Empieza la ronda de conferencias y actos sobre la reforma de la Constitución, que viene a ser un puente a principios de diciembre. Hay por ahí un referéndum sobre la Constitución Europea, pero hasta que no tenga su puente, sus festivos, su paga extra en euros, no será nada. Lo que consolida las constituciones, listado de deseos y buenas intenciones, son los días de fiesta. Se dice que ya no hay utopías, pero la C. es un catálogo de utopías, un montón de buenas intenciones más o menos retóricas, casi metafísicas. Por eso se puede reformar sin problemas, sin que nos demos cuenta, siempre que mantenga el día de fiesta a principios de diciembre.

Más popular sería la reforma si entronizara otro nuevo día de fiesta con apertura comercial garantizada. Vamos sucumbiendo al invierno, a estos cierzos de 90 kms/h que ya habíamos olvidado. Cada verano pensamos que no habrá invierno, o que no habrá casi frío, ni viento, ni facturas energéticas, y en eso consiste el ir viviendo, el ir tirando por las estaciones: cuando los anuncios te juguetes te parecen insulsos es que estás muerto, o casi. En esa sencilla creencia en el cambio climático está la esperanza de pasar otro invierno, de que esta vez sí que hará calor en diciembre, podremos bañarnos en las aguas lindanizadas del delta, aguas tóxicas que tanto bien nos hacen a las pupas del siglo.

Desapareció el sabañón y por ese progreso básico se pudo afianzar la Constitución, que requiere un poco de bienestar material para apoyar sus patas, sus tres o cuatro patas. Por eso, mientras no suban mucho los tipos, mientras no se agobie más al gentío, se podrá reformar lo que sea, casarse entre hermanos y contarlo a media tarde urbi et orbemente . Resignados a Bush y sus majaderías, refugiados en casa mirando el plástico de las visas, algún partido de ppv o de gratis, en torno a la estufa, al brasero de cospillo, mientras se cae el mundo por ahí abajo, por los lados, esas guerras milenarias, esperando al puente siguiente, haciendo planes de viajes, ensayando otras vidas a ratos, mientras se nos viene encima el lunes con sus gestiones, sus encargos y sus llamadas tan inútiles como inaplazables.

Vamos llenando el lunes de cosas para existirnos también en esa oquedad de la semana. A ver si reforman algo e instauran otro día de fiesta, que es lo único que reaviva el sistema.

*Escritor y periodista.