Los encontramos en los supermercados, en las panaderías, en los mercados. Son las manos que permiten que el transporte público siga funcionando, los que abastecen los lineales, los que nos atienden al teléfono cuando algo sale mal. Son, por supuesto, los sanitarios, también los que trabajan en el campo, los que velan por nuestra seguridad y protección, por nuestros ahorros. Los medios de comunicación, ciertos sectores de la abogacía, de la tecnología… Son pocos si los comparamos con el total de la población. Son inmensos si tenemos en cuenta lo mucho que les necesitamos, lo imprescindibles que resultan para que, a pesar de todo, la vida continúe.

Desde el 30 de marzo, los trabajadores esenciales son los únicos que pisan las calles para algo más que la compra imprescindible, cuidar de un familiar o pasear al perro. Ellos siguen al pie del cañón, pero nada es igual que antes del confinamiento. Para muchos, sus condiciones de trabajo se han tornado más difíciles, más incómodas. En el caso de los sanitarios es evidente. La sociedad es consciente del esfuerzo sobrehumano, del terrible desgaste físico y emocional que están sufriendo. Pero también otros profesionales están viviendo momentos difíciles.

Más de 500 profesionales que trabajan en farmacias están ingresados o guardando cuarentena a causa del coronavirus. Otros colectivos como los transportistas están ofreciendo un ejemplo de compromiso extraordinario en estos días tan duros, pasando horas, a veces días al volante sin lugares donde descansar o alimentarse en condiciones. Son muchos los trabajadores que se ven obligados a afrontar jornadas extenuantes y no siempre cuentan ni con los medios ni con las protecciones óptimas. Es obligado recalcar la necesidad de velar por su seguridad y su bienestar. Las empresas deben reforzar las medidas para prevenir el contagio.

Todo ha cambiado en estas últimas semanas. Nuestro mundo ha dado un vuelco. Aún resulta difícil asimilar lo que está ocurriendo. Cuesta encontrar algo positivo en una crisis sanitaria que ha paralizado el mundo, más aún cuando el dolor y la preocupación invaden tantos hogares. Pero sí resulta estimable resaltar cómo se ha trastocado la percepción colectiva de ciertas profesiones. Empleos que, muchas veces, sufren condiciones precarias y no han sido merecedores de prestigio social se han hecho ahora más visibles, más necesarios que nunca. Hoy es el momento de agradecerles su esfuerzo. Cuando todo pase, también será obligado seguir reconociéndoles su valor y apoyarles en sus reivindicaciones.

No es fácil salir a la calle estos días. Caminar por aceras silenciosas, subirse a un medio de transporte semivacío, incluso recibir recriminaciones desde los balcones por parte de personas que desconocen la labor que desempeñan. Imposible trasladarse, trabajar sin sentir el temor a infectarse. Si en casa espera la familia, el miedo se multiplica al pensar en contagiarles. Hoy EL PERIÓDICO quiere reconocer su dedicación. Sirvan estas líneas como agradecimiento a su esfuerzo y compromiso.