La situación por la que estamos pasando nos obnubila la mente. Para escribir se requiere claridad y sosiego, estados de ánimo hoy ausentes en los españoles. De todos los temas de actualidad he expuesto mi opinión. Por ello, no me puedo esconder hoy ante un tema tan crucial.

Hace unos días, nadie podía imaginar esto. Nos habría parecido un mal sueño. Todavía al despertarnos creemos que no es real. ¡Vaya que sí es real! Antes del decreto del estado de alarma ya momentos de histeria colectiva, como aglomeraciones en los grandes supermercados para acaparar productos. Estanterías vacías de jabón, lejías, papel higiénico, carnes, legumbres etc. Hoy, todos atemorizados por el coronavirus, recluidos en casa sin poder ver a nuestros familiares más cercanos, las calles vacías, los pocos transeúntes tratando de esquivarnos, patrullas de Policía y militares. Es una auténtica distopía. Esta situación nos va a poner a prueba a todos. Lo que ya no sé si estamos suficientemente preparados para superarla. Mas, lo estemos o no, no nos cabe otra opción que hacer frente a ella. Las naciones fuertes, como los seres humanos, son aquellas que saben superar las dificultades.

Obviamente lo primero es superar la crisis sanitaria. Los efectos colaterales son muchos, graves e imprevisibles: despidos masivos, paralización de la industria, de servicios y de buena parte de la administración. Una crisis económica de envergadura. Como también cambios políticos muy importantes.

En los momentos de grandes dificultades para una nación son imprescindibles los líderes políticos. Auténticos líderes políticos, capaces de guiar a un pueblo en un proyecto colectivo. Como Franklin Delano Roosevelt (1882-1945), del Partido Demócrata, electo en 1932. En 1929 irrumpió en Estados Unidos una gravísima crisis económica, la Gran Depresión. Generó cifras de más del 24% de paro, dejó sin casas y sin granjas a muchas familias desahuciadas por la ejecución de las hipotecas, grandes pérdidas financieras y bursátiles, cierre de empresas y bancos. Parecía que toda una civilización se venía abajo. Nada más llegar a la presidencia, Roosevelt dio muestras de un liderazgo. Ante un país devastado, rápidamente quiso restablecer la confianza para salir de la crisis, como dijo en el discurso de investidura, el 4 de marzo de 1933: «A la única cosa que debemos tener miedo es al miedo mismo, el innombrable, el irracional e injustificado temor que paraliza los esfuerzos que necesitamos para convertir el retroceso en avance». Igualmente apeló al compromiso de todos en una tarea común, muy vinculada a la historia americana.

Y pienso que en estos momentos Pedro Sánchez está ejerciendo el liderazgo, pidiendo sacrificio a todos nosotros. No le ha temblado el pulso. Ha cogido el toro por los cuernos. La decisión del estado de alarma, como todo el paquete de medidas económicas, es una clara muestra de ello. Y eso que una parte de la clase política y los medios no se lo está poniendo fácil. Si es capaz de ejercer y mantener ese liderazgo, tendrá un puesto destacado en nuestra Historia.

He hablado anteriormente de que esta crisis tiene que producir un cambio radical a nivel político. Ya va siendo hora de deslegitimar el neoliberalismo, que tanto daño ha producido y sigue en todas las sociedades. Ahora lo importante, por encima de todo, insisto, es acabar con ese auténtico reguero de muertes en toda la geografía del país, que estremece. No digo que el neoliberalismo haya traído el coronavirus. Pero resulta inevitable preguntarnos si los recortes sanitarios en Italia y España, producto de los programas de austeridad ordenados por la Unión Europea de una manera implacable, tienen algo que ver en la expansión del coronavirus; y que de no haberse producido, quizá, muchas muertes se hubieran evitado. Acabo de leer en 'La Jornada de ciudad de México', un artículo de Raúl Zibechi, de título muy claro 'Epidemia del neoliberalismo', donde expresa: «En Italia, en los pasados 10 años se perdieron 70 mil camas hospitalarias, se cerraron 359 departamentos y numerosos hospitales pequeños fueron abandonados. Entre 2009 y 2018 el gasto en salud creció 10 por ciento, frente a 37 por ciento de la OCDE. En Italia hay 3.2 camas por cada mil habitantes. En Francia 6 y en Alemania 8».

En relación a España todos conocemos los recortes en la sanidad pública, consecuencia de los procesos de privatización, especialmente en algunas comunidades autónomas. No es el momento de mencionarlos, pero todo ciudadano medianamente concienciado debería conocer, denunciar y castigar electoralmente. En este contexto son muy oportunas las palabras de Sánchez, el día 18 de marzo en el Congreso de los Diputados, al señalar que cuando pase la crisis del coronavirus el Gobierno impulsará una comisión de estudio y evaluación del sistema de salud que lo analice con rigor y elabore un libro blanco con los ajustes que sean necesarios. Yo diría más que ajustes, cambios radicales. Pero no solo en el ámbito sanitario, también en el educativo, en sueldos, pensiones, dependencia, asistencia social, etc. En definitiva, como ha dicho Sánchez, más Estado de bienestar. Deberíamos tener claro los ciudadanos que el Estado es el mejor y a veces, el único protector del ciudadano, frente a las fuerzas desbocadas e insolidarias del mercado. Cabe pensar que aprendamos la lección.

*Profesor de instituto