Este lunes, Que grande es el cine faltó a su habitual cita de los lunes y en su lugar tuvimos a otro cineasta metido a presentador: Javier Rioyo y su Estravagario . El denso humo del tabaco ha desaparecido del plató y como diría mi madre, el nuevo programa es "mucho más esclarecido". En el decorado, el blanco y los tonos rojos han sustituido (no sé si conscientemente o no) al azul de la tertulia de Garci. Hasta allí las diferencias, porque básicamente los dos formatos tienen la misma dinámica: una cuadrilla de amigos dándose palmaditas en la espalda y tratando de demostrar al personal sus bastos conocimientos. Es Guillem Martínez quien con más ácida lucidez ha puesto en evidencia la falta de disensión y debate del mundo literario español. Aquí los pocos privilegiados que viven de sus escritos rara vez polemizan, ya nada queda de aquellas virulentas y enriquecedoras broncas, tan propias de nuestra cultura. Ahora todo es una cómoda balsa de aceite donde nadie levanta la voz, como si cambiar el tono buenrollista supusiera caer en desgracia. Tanto es así, que habría agradecido que Rioyo hubiera pronunciado la célebre frase del Señor Lobo en Pulp Fiction . No, en aras del buen rollo no pienso repetirla.