En el calendario abundan los dígitos rojos, símbolo de fiesta y de un ocio bien merecido por todos aquellos profesionales que ya dedican a su labor un número suficiente de horas cada semana. Por desgracia, la enfermedad carece de asueto, nada sabe de agendas y no respeta domingos ni vacaciones.

Algunos especialistas de la salud pública perciben un complemento por dedicación exclusiva, en tanto que otros optan por sumar más ingresos a través de consultas y centros médicos privados.

Casi todos nos creemos capaces de aportar dignos motivos para solicitar más dinero por nuestro trabajo. Mentamos al agravio comparativo y amenazamos con el recurso a medidas coercitivas; pedimos, más y más y más. Sin embargo, parece poco oportuna la equiparación salarial entre quienes trabajan únicamente en la sanidad pública y quienes exigen el plus de dedicación a pesar de obtener ganancias fuera de ella. Fatalmente, en nuestra sociedad no suele prosperar la demanda más justa, sino aquella que exhibe mayor fuerza en su favor; de momento, hay un seguro perdedor: el enfermo.

*Escritora