Con la obligatoriedad del uso de mascarillas en la calle y en los transportes públicos, los que tenemos los ojos bonitos y la nariz grande estamos de enhorabuena. Es nuestro momento, por fin, y tenemos que aprovecharlo como se merece. A los que tienen la nariz pequeña y chata se les escurre la mascarilla de mala manera, no se les sujeta bien a los pobres, y no les tarda en asomar el apéndice nasal de forma impúdica, como quien camina con la bragueta abierta, aireando el peligro descocadamente. En cambio los que tenemos la nariz grande sujetamos firmemente la mascarilla, manteniéndola tensa y enhiesta el tiempo que haga falta. Por otro lado, es evidente que los ojos bonitos son una suerte cuando la vista nos lleva indefectiblemente a ellos, pero hay que potenciar su hipnótico poder. Un rizador de pestañas puede ser tu nuevo aliado. Y tal vez sea el momento, si eres bien coqueto, de depilar ese entrecejo o igualar esas pobladas cejas dignas de Luis Tosar. Asimismo, se desaconseja totalmente llevar gafas de sol y mascarilla: así eres el vivo retrato del hombre invisible, y no te reconocen ni los familiares más allegados. Y ahora que llega el solazo recuerda darte crema protectora por toda la cara, que la mascarilla no te protege de los rayos solares. Y no olvides tomar el sol por todo el rostro. Ya te veo en la playa como te descuides con la frente quemada y la nariz y pómulos blancos. Aprovecha por tanto cuando pasees para fumar, tomar helados, beber y llevar la mascarilla de cubrepapada, que si has engordado algo estos días tampoco te irá nada mal llevarla así. Y comprende que la mascarilla es un complemento de moda importantísimo; pilla la que más vaya con tu estilo y tu forma de ser. La mascarilla proclamará al mundo lo higiénico y molón que eres.

*Escritor y cuentacuentos