El anuncio del éxito en la clonación de embriones humanos que ha publicado la revista Science ha abierto un debate que, aunque amortiguado, nunca había cesado. La consecuencia más obvia del uso de la transferencia nuclear es la posibilidad de utilizar dicha técnica para obtener nuevos individuos (clonación reproductiva) a la que todos nos oponemos. La clonación reproductiva en mamíferos es una técnica con un rendimiento muy bajo (se necesitan muchos óvulos) y en muchos casos se obtienen fetos con malformaciones, no viables. Es decir, que el estado actual de la técnica permite asegurar que si llega a término, traeríamos al mundo a alguien que iba a sufrir mucho y eso contradice la primera norma de la medicina: primum non nocere. Lo primero es no hacer daño. De ahí que muchos científicos hayan solicitado que, en tanto en cuanto no se resuelven los problemas técnicos, sería deseable que la clonación reproductiva en humanos fuese prohibida en todo el mundo.

SIN EMBARGO,esos mismos científicos piden que se regule, financie y autorice la terapéutica: la obtención de células madre mediante procesos de transferencia nuclear. El verano pasado un editorial del New England Journal of Medicine, posiblemente la revista de investigación clínica más prestigiosa del mundo, planteaba la necesidad de investigar dichos procesos. Los beneficios médicos que se pueden derivar son tan inmensos que numerosas sociedades científicas, premios Nobel, etcétera, han solicitado que se investigue más y mejor la clonación terapéutica. Y eso es lo que hizo Corea del Sur: reguló, autorizó y financió la terapéutica al tiempo que prohibía la reproductiva.

El beneficio más obvio que se deriva de la obtención de células madre a partir de embriones clonados es que las células así obtenidas serían totalmente compatibles y se evitaría el rechazo. El rechazo inmunológico obliga al uso de inmunosupresores, no exentos de riesgo. Por lo tanto, si disponemos de células con idéntica dotación genética no necesitaríamos inmunosupresores. Esta sería la cara de la moneda. ¿Cuál es la cruz? La baja eficiencia del proceso y la necesidad de óvulos humanos. Si para cada proceso se necesitan 100 o 200 óvulos, será difícil que esta técnica pueda convertirse en una herramienta clínica eficiente. Además, los óvulos son un recurso limitado, la donación de óvulos es un proceso molesto para la paciente y debería regularse para que no se acabe atentando contra sus derechos.

Pero hay alternativas. La primera es obtener óvulos humanos a partir de células madre embrionarias. Ya tenemos resultados preliminares en este sentido. Otra posibilidad es el uso de óvulos de otras especies. Es necesario investigar los mecanismos básicos del proceso. Por otra parte, los datos que mi grupo ha ido publicando en los últimos tres años muestran que las células derivadas de las células madre son menos inmunogénicas que las de origen adulto. Es decir, no son rechazadas por el receptor aunque posean una dotación genética distinta. Es más, se sabe que el trasplante de células madre puede inducir tolerancia al trasplante de células diferenciadas con idéntico genoma. Se están explorando muchas posibilidades. Pero si esto es así, ¿qué utilidad tendría investigar en clonación terapéutica?

EN MI OPINIONno se ha dedicado suficiente atención a un proceso muy relevante desde el punto de vista biológico. La clonación de la oveja Dolly nos demostró que la reprogramación de la información contenida en el núcleo de una célula adulta es posible y eso quiere decir que los factores presentes dentro del núcleo actúan sobre el ADN del núcleo trasplantado y lo reprograman de forma que la célula obtenida adquiere de nuevo la capacidad para proliferar y la versatilidad para diferenciarse propia de las células embrionarias. La investigación de los mecanismos básicos del proceso nos puede ayudar a aprender a reprogramar células adultas, células de los pacientes, sin necesidad de utilizar óvulos, sin necesidad de utilizar embriones. Pero para que llegue ese momento habrá que investigar con embriones sobrantes de procesos de fertilización in vitro y, muy probablemente, con embriones clonados.

La mayoría de los científicos no piensa que un embrión de unas pocas células sea una persona, de ahí que defiendan el uso de dichos embriones en investigación. Si las Sociedades Científicas, los científicos más influyentes, la Academia Nacional de Ciencias de EEUU, las universidades de todo el mundo, etcétera, defienden la clonación terapéutica es por ello. De otra forma sería incomprensible que quienes más saben qué es y qué no es una célula y que sistemáticamente defienden los derechos humanos en todo el mundo, defiendan también la clonación terapéutica.

Investigar es trabajar en la frontera del conocimiento y, aunque se puedan hacer predicciones, nadie puede dar garantías, ni plazos. Y quienes desde el poder impiden que se investigue en los mecanismos básicos de la transferencia nuclear nos exigen la carga de la prueba a los científicos, olvidando que en un Estado de derecho la carga de la prueba la tiene quien prohíbe. La jerarquía eclesiástica también se ha manifestado en contra de la clonación terapéutica, comparando este proceso con el holocausto nazi. Serían mucho más convincentes si no se opusieran también a la fertilización in vitro y al uso del preservativo, especialmente en el continente africano, donde el sida está matando a millones de personas. Y nadie les ha llamado nazis.

*Catedrático de Fisiología