Ahora que el Gobierno socialista expulsará las seudoterapias de la sanidad, ¿por qué no abrir la puerta a una mayor atención psicológica? Esperas de hasta tres meses entre visita y visita y, mientras tanto, la pastillita.

Esta es la realidad de muchas personas con trastornos mentales. O bien pagan de su bolsillo la terapia psicológica (fuera del alcance de muchos) o bien deben conformarse únicamente con la farmacología. Lo más fácil, lo más caro para la sanidad, lo más beneficioso para las farmacéuticas y, por supuesto, no siempre lo más apropiado para el paciente.

La sanidad española tiene menos de cinco psicólogos por cada 100.000 habitantes. La media de la Unión Europa es de 18 profesionales y en algunos países como Suecia o Finlandia asciende a 70.

La falta de atención psicológica no es ajena al uso de las seudoterapias. La obligada búsqueda del remedio psicológico fuera de la sanidad pública deja al paciente más expuesto al escaparate del mercado. Y ahí, las luces de neones de la charlatanería brillan.

La psicología en la sanidad, y también en los servicios sociales, además de mejorar el bienestar de las personas y reducir la factura sanitaria, tiene otros beneficios sociales. Desde intervenir en temas tan cruciales como la violencia machista, las múltiples adicciones y el combate contra la marginación, hasta la reducción de las incapacidades laborales y los problemas que genera a trabajadores y empresas.

*Escritora