La entrevista celebrada ayer en La Moncloa entre el presidente José Luis Rodríguez Zapatero y el titular del Gobierno aragonés, Marcelino Iglesias, se desarrolló en un ambiente de cordialidad, abrió las puertas a un nuevo clima de entendimiento entre Madrid y Zaragoza, pero fue algo escasa en resultados concretos. Al menos si atendemos a las declaraciones oficiales hechas al acabar la reunión. No lo faltó razón a Iglesias al indicar en rueda de prensa que no era el momento para precisar datos sobre inversiones y plazos; se da por segura una nueva etapa de cooperación entre Madrid y Aragón. Pero la ocasión sí requería un mayor compromiso expreso del Gobierno central con nuestra comunidad, que arrastra desde hace decenios un notorio déficit en inversión pública que es imprescindible no sólo ver reconocido sino adecuadamente compensado. Eso es precisamente lo que se espera de Zapatero, y no que se limite a administrar el calendario de unas obras que ya están en marcha o a punto de iniciarse. Aragón espera mucho porque lleva mucho tiempo esperando. Otras comunidades acaban de ver zanjada su deuda histórica o bien están recibiendo los beneficios directos de la descentralización del Estado. No sería justo que los aragoneses sigan marginados.