Es evidente que en Zaragoza se están produciendo más accidentes de tráfico de lo admisible. Casi 300 atropellos de otros tantos peatones obligan a tomarse muy en serio el problema, e intentar afrontarlo mediante la toma de conciencia de los ciudadanos y la adopción de medidas que incrementen la seguridad de todos.

Ahora el tranvía ha pasado a un primer plano. Pero en realidad se trata del vehículo que menos peligro proyecta sobre el peatón. Los datos estadísticos son concluyentes: desde que los convoyes circulan por la ciudad solo se han producido 24 atropellos, cinco por año. Pero en las últimas semanas dos personas han muerto al intentar cruzar sobre los raíles, y ese dato dispara las alarmas. Algo habrá que hacer.

Es fundamental que todos los actores del tráfico por las calles zaragozanas se hagan responsables de sus propios actos y dejen de echar la culpa a otros. Peatones, ciclistas, vehículos a motor, autobuses y tranvías deben coexistir y para ello es preciso que todos cumplan las reglas, que se respeten mutuamente y que dicho respeto se incremente en la consideración que le pueda tener el más fuerte al más frágil, que obviamente es el simple viandante. Claro que este no puede hacer lo que le dé la gana. Es imprescindible generar un equilibrio razonable basado en el cumplimiento de las normas.