Parece que la obligatoriedad de la mascarilla se está generalizando bajo amenaza de multa y eso hace que se reafirme esa actitud tan antiautoritaria que ejemplificó el conocido ácrata José María Aznar con aquello de «A mí me van a decir cuántas copas de vino me puedo tomar». Sí, se lo vamos a decir. Y también le vamos a decir que la mascarilla es obligatoria porque no estamos hablando de la salud de uno mismo, sino de la de los demás. Hay una cita del filósofo Antonio Escohotado con la que no puedo estar más de acuerdo «De mi piel para adentro empieza mi exclusiva jurisdicción», es decir, sobre lo que solo a mí me afecta decido solo yo. Sin embargo, si bebo y conduzco o si decido no llevar mascarilla, desgraciadamente, no solo me afecta a mí, sino que puedo matar a alguien con el coche, o puedo hacer de vector del virus provocando la infección de otros. Por lo tanto, es razonable que nuestra libertad individual en estos dos casos se vea reducida en pos del bien común, es decir, para evitar otro cierre total y unos miles de muertos. Hacen bien las autoridades en ponerse duras con el tema de las mascarillas, pero además de ponerse duras con el ciudadano individual, deberían ponerse duras con los responsables de la aparición de focos. Por un lado los agricultores (no todos) que emplean (explotan sería un término más acertado) temporeros en las labores de recolección, hacinándolos en establos o en tiendas de campaña en condiciones deplorables. Al mismo nivel que estos agricultores, podríamos incluir a buena parte de los mataderos. En estos dos sectores es conocida la generalizada vulneración de las normas laborales básicas. Fíjense si está admitida esta vulneración de normas y derechos, que el secretario general de la patronal agraria de Navarra amenazó públicamente a la Ministra de Trabajo con «no ser pacífico» si había inspecciones. A estos delincuentes hay que empapelarlos con más dureza que a los ciudadanos que no se ponen la mascarilla. Las autoridades deben ser duras, pero eso no basta. En una fiesta familiar en casa nadie te va a multar por darte besos o abrazos, sin embargo esa es la forma más fácil de contagiar a personas queridas. Sé que en nuestra cultura es difícil evitar el contacto, forma parte de lo que somos, pero tenemos que sacrificar los abrazos de hoy para que podamos dar los de mañana. Disfruten del verano y saluden con el codo a sus seres queridos. Nos vemos en septiembre.