Pocos ponen hoy en duda que las matemáticas constituyan un área clave en la formación y en el bagaje intelectual de cada persona. Las matemáticas no son tanto una ciencia sino un lenguaje universal, de gran importancia en todas las áreas del conocimiento y cuyo dominio parece cada día más necesario para integrarse con éxito en el mercado de trabajo, sea cual fuere la profesión elegida, si bien son precisamente aquellas que parecen gozar de un mejor futuro las que más se benefician del saber en esta materia.

Carece de sentido la ancestral distinción entre letras y ciencias, en especial porque desviaba el interés hacia determinadas disciplinas de acuerdo con una hipotética «torpeza para los números». Igualmente se ha revelado totalmente errónea la supuesta inferioridad femenina para enfrentarse a las matemáticas, si bien es cierto que a partir de los seis años, y por razones exclusivamente culturales, se tendió antaño a un cierto desapego de las niñas hacia el aprendizaje de esta asignatura. Por fortuna, tal distinción de género se ha desvanecido, así como también se está desmoronando el rechazo inicial e infundado con el que muchos estudiantes todavía se enfrentan a la asimilación de los conceptos elementales de las matemáticas, quizá por culpa de una enseñanza desenfocada.

También va cambiando la percepción de las matemáticas: ni oscuro y esotérico saber, ni reducto exclusivo de algoritmos y cálculo aplicado. Hoy, se entiende a las matemáticas como una rama del conocimiento abstracto esencial para la formación del pensamiento crítico y analítico, absolutamente fundamental para entender con criterio el complejo mundo que nos rodea y hacia el que avanza una sociedad automatizada en la que las máquinas realizan cada vez mayor número de tareas. H *Escritora