La actriz Monica Bellucci, embarazada de siete meses, ha tenido a bien posar desnuda para la edición italiana de la revista Vanity Fair . Otro tanto hicieron hace algún tiempo otras actrices, como Cindy Crawford o Demi Moore, durante su embarazo.

No me consta que a Monica Bellucci la obligaran a mostrar su desnuda maternidad en la portada de una revista: lo hizo libremente y sus motivaciones, estéticas, económicas o sociales (protestar contra las restricciones de la ley de fecundación asistida) son de su incumbencia. Tampoco me consta que ningún ciudadano del mundo se haya visto obligado a comprar la revista o mirar esas fotografías. Tenemos la fortuna de vivir en unos países donde es libre posar, mirar, vender, comprar e incluso condenarse. Sin embargo, llegan los talibanes de casi siempre y empiezan a fustigar con sus látigos de moralina a cuanto se les ponga por delante.

El desnudo de una persona mayor de edad, que ha decidido libremente y en pleno uso de sus facultades mentales mostrar públicamente su maternidad, puede resultar hermoso, incluso sobrecogedor: la vida se muestra en toda su plenitud y ese vientre abultado, redondo, exuberante es la manifestación de que esa vida fructifica, crece, se expande, madura y se abre camino entre nosotros. Seguramente no son pocos a quienes les gustaría tener una fotografía, su primera fotografía, del desnudo de su madre embarazada.

ESA FOTOGRAFIA les produciría ante todo ternura y admiración. No obstante, es muy posible que haya también otros a quienes la visión de esa hipotética fotografía les causara turbación y vergüenza. Por ejemplo, los que oficialmente, han descalificado y criticado duramente a Monica Belluci desde las páginas de L´Osservatore Romano , el órgano oficial del Estado del Vaticano.

Ultimamente me pregunto por qué escribo tanto y tan a menudo sobre las ideas y actitudes de esa gente, pero es que no paran: una y otra vez se meten en nuestras vidas y en nuestras libertades como elefantes en una cacharrería, reparten bendiciones y condenas a discreción, y a la vuelta de la esquina pretenden impartir esa misma doctrina desde las aulas de los centros públicos de enseñanza con cargo a los dineros de todos.

L´Osservatore Romano equipara el desnudo de una madre embarazada a "una exhibición morbosa", lo cual tiene ya su morbo. Afirma también que con ello la maternidad resulta "desacralizada", lo que a más de uno le llevará a preguntarse qué tiene que ver una mujer embarazada, desnuda o vestida de esquimal, con lo sagrado. (Más aún, que es eso de "lo sagrado"). Lamenta asimismo que desnudos como el de la Monica Bellucci embarazada son un exhibicionismo que se ofrece a cambio de dinero a las "miradas morbosas de los consumidores".

Aun dejando de lado las decenas de miles de fotografías y vídeos pornográficos hallados en una propiedad directa de la parte criticante, como es el Seminario Católico Diocesano de Viena, está por ver si el presunto morbo de una fotografía está originado ante todo en la persona fotografiada, en el soporte material y mediático que la hace pública o en el ojo de quien mira. Me inclino principalmente por la tercera y última opción, lo que invita a preguntarme qué ojo de qué consumidor de L´Osservatore Romano tiene una mirada tan morbosa que el desnudo de una embarazada de siete meses le mueve a sensaciones tan turbadoras.

QUIZA EL principal remedio contra tanto talibán reprimido y represor sea reivindicar la vida al desnudo, en su plena naturalidad, limpieza y espontaneidad; fomentar el principio del vivir y del dejar vivir; ir dejando en su sitio apropiado (el diván del psicoanalista o la nada) a cuantos ni comen ni dejan comer a los demás; dejarles claro que, si tanto les preocupa el desnudo, tienen la solución al alcance de la mano: no comprar la revista o acostumbrar al ojo a ser menos morboso o simplemente dejar en paz a quien no les ha pedido consejo.

Una de las cosas más hermosas del mundo es un cuerpo desnudo. Y si ese cuerpo encierra en sus entrañas el prodigio de otra vida en gestación, se está rozando una auténtica maravilla. Afortunado quien disfrute con la contemplación de ese desnudo.

Así como tener un amigo es un don y un regalo, que otro ser humano nos haga el obsequio de la fiesta de su cuerpo en plena eclosión de la vida es ante todo motivo de gratitud, de placer y de alegría.

*Profesor de Filosofía