El ministro José Antonio Alonso ha expresado su voluntad de que las placas de matrícula de los coches incorporen los distintivos autonómicos. Si en España, a diferencia del resto de países de la UE, la cuestión es trascendente, se debe a que en el 2000, estrenada su mayoría absoluta, el expresidente Aznar manifestó con altivez ante esta petición de las autonomías que no pensaba discutir "de chapas".

De aquella prepotencia nacieron las protestas que ahora deben subsanarse. En los principales países de la UE se ha mantenido --o se ha incorporado-- en las matrículas de los coches un dato sobre el origen del vehículo, bien el código administrativo (provincia) donde se han pagado los impuestos, bien la bandera o el escudo de la comunidad. Las opciones son muchas, porque lo único obligatorio es que todos los coches que circulan dentro de la UE lleven su distintivo, junto al del país de procedencia. Esa experiencia europea que no se quiso tener en cuenta lleva a la paradoja de que países marcadamente centralistas hayan sabido respetar estos signos de identidad territoriales, que, aunque sean menores, no merecen el desprecio que se les mostró en la llamada España de las autonomías.