Frecuentemente constatamos la existencia de personajes que han permanecido injustificadamente en el olvido, cuando su vida ha sido plena de acontecimientos relevantes y ejemplares, como el caso del matrimonio zaragozano, formado por Juan Vicéns de la Llave y María Luisa González.

Juan nació en Zaragoza en 1895. A los 5 años se quedó huérfano, heredó una considerable fortuna de su padre ingeniero- director de las minas de Ojos Negros en Teruel. Le mandaron a Madrid a estudiar Matemáticas, que no le interesan, por lo que retornó a Zaragoza y junto con su amigo Rafael Sánchez Ventura-redescubridor” del conjunto de iglesias románico-mozárabes del Serrablo-, estudiaron Filosofía y Letras, sección de Historia. Andarín y montañero, viajó a Inglaterra y regresó deslumbrado por el fútbol. Al volver formó un equipo en Zaragoza. Estuvo en la Residencia de Estudiantes en los años de Buñuel, Lorca, Dalí, Bello con los que entabló amistad. En 1925 marchó a París.

Juan en 1933 opositó al Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Bibliotecario, Secretario de la Comisión Gestora del Cuerpo de Archiveros, Bibliotecas y Museos al inicio de la guerra y después miembro del Consejo Central de Bibliotecas. Organizó Cultura Popular, institución que llevaba libros a las trincheras republicanas. Agregado de Prensa en la Embajada de España en Paris, y Delegado de Propaganda de la República en la misma capital. Organizó el pabellón español de la Exposición Universal con Picasso. Volvió a España el 3 de enero de 1939, de donde tuvo que exiliarse en febrero. Formó parte de la Junta FETE-UGT y del Comité Nacional de Cultura Popular. Amigo de Ignacio Mantecón, se exilió a México, donde publicó 2 libros titulados Cómo se organiza una biblioteca y Manual del catálogo diccionario, marchó a Moscú y China Popular, donde colaboró en el montaje y funcionamiento de las emisoras de Radio Pekín para España y América Latina. Estuvo muy interesado por la instrucción del pueblo y convencido que las bibliotecas eran las herramientas más adecuadas. Organizó la red de bibliotecas populares de la II República. En 1938, publicó La España viviente. El pueblo, a la conquista de la cultura donde cuenta la fugaz experiencia de modernidad europeísta de la II República con el montaje de las Bibliotecas Populares, que había importado de Francia y de Suiza. Como inspector de Bibliotecas visitó más de 100 pueblos. Se sentía bibliotecario hasta la médula. Tenía auténtica pasión por su trabajo. Sus informes los complementó con fotos y planos de los sitios, que están en el Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares. El dossier es muy importante. Porque aparecen imágenes inéditas; cuenta el nacimiento y consolidación de decenas de bibliotecas en sitios, que luego tardarían muchas décadas a tenerlas.

Casó en 1926 con María Luisa González, otro personaje extraordinario, hija de un boticario de Zaragoza, fue, según su hijo, «una mujer moderna, risueña, llena de coraje y humor». Militó en la Liga por los Derechos Humanos, primera mujer admitida en la Universidad de Salamanca, que acababa de ser incluida en el presupuesto del Estado, por lo que ya no pertenecía a la curia y la mujer podía ingresar. Pero el clero se oponía. Cuando solicita una beca para estudiar encuentra la oposición de aquellos que pensaban que eran solo para hombres. Emilia Pardo Bazán, primera catedrática de Literatura Española, gran conocedora de la disciplina, pero a la que boicoteaban sus clases por ser mujer, salió en apoyo de María Luisa: «Me defendió en el ABC y el ministro que era Burell, cuando ya estaba toda la sala de actos llena de curas que habían acudido allí, el tribunal, y yo al lado de mi hermana esperando, leyó un telegrama diciendo al tribunal «admítase a doña María Luisa González» y gané la beca». Pero siguieron los problemas para ella. En los primeros días que acudía a clase se juntaban en la escalinata hileras de machos para silbarle y decirle groserías. Unamuno la agarró del brazo y se la llevó a su casa, donde vivió 2 años, e iba a la universidad de su mano y regresaban juntos. En 1921 terminada Filosofía y Letras, marcha a Madrid a preparar oposiciones al Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Hasta 1926 se alojará en la Residencia de Estudiantes de señoritas. Al acabar la guerra, como otros muchos, tuvo que exiliarse y terminó en Moscú, donde criando a sus hijos, montó la primera Cátedra de Literatura Española en Moscú, estuvo seis años en China...

A los bibliotecarios de la II República, como Juan y María Luisa, se les asignó como a los docentes un papel protagonista en la modernización de España, y ellos se sentían importantes. No les hizo falta nada más. Por ello, fueron los más perseguidos después. Aunque tarde en marzo de 1999 a ambos se les hizo un homenaje en la Residencia de Estudiantes. Pienso que Zaragoza tiene una deuda pendiente con ellos. Desde el ámbito institucional, sea autonómico o local, cabría hacerles un homenaje. Una calle, una biblioteca o un centro cívico podrían llevar su nombre. ¡Qué menos!.

*Profesor de instituto