Menos del 5% de la superficie terrestre es susceptible del cultivo humano; el resto está ocupado por mares, montañas, desiertos y hielos que --considerados hasta hace tan sólo unas décadas eternos--, comienzan a derretirse como helados expuestos al sol a causa del cambio climático. El actual retroceso de los glaciares conlleva un aumento del nivel del mar, y a su vez, un cambio en la geografía del planeta que condiciona la meteorología, las precipitaciones, y en suma, el cambio climático en la Tierra.

Desde el Neolítico, hace casi 9.000 años, cuando la Humanidad aprendió a seleccionar las especies de grano y a labrar la tierra, nuestra especie ha ido creando constantemente nuevos e invasores desiertos. De este modo, el hoy árido Sáhara septentrional, en otros tiempos el granero del Imperio de Roma, no se formó tan sólo como consecuencia del cambio de orientación del eje gravitacional del planeta, sino por la sobreexplotación humana. Del mismo modo, el sol implacable que calcina ahora los llanos arenosos de Irak, fueron otrora el fértil suelo sobre el que se levantaron las formidables ciudades de la Mesopotamia bíblica, y donde estuvo emplazado el legendario Jardín del Edén.

Pero no debemos viajar tan lejos, pues en tiempos del emperador César --mediado el siglo I a. C--, los historiadores romanos dejaron escrito que era totalmente posible el que una ardilla se desplazase desde Cádiz a Roma, de árbol en árbol, sin tocar el suelo. Y hasta apenas hace cuatro siglos, las ahora peladas y erosionadas colinas de la comarca de los Monegros, fueron sombreados bosques ("montes negros") seguramente formados por cientos de miles de enormes encinas, taladas durante el reinado de Felipe II, para construir la Armada Invencible.

Actualmente, en la Tierra existen casi tres millones de especies diferentes de fauna, y cada año se descubren otras nuevas. En su mayor parte se trata de insectos, algo más de 50.000 especies de invertebrados, y en menor medida, mamíferos. Y muchas de estas especies y aves, fueron desapareciendo conforme la Humanidad avanzaba en la ocupación de nuevos hábitats. Así, por ejemplo, los uros (grandes toros salvajes que aún habitaban en los frondosos bosques europeos de la Edad Media, y de los que el emperador César dejó escrito que eran "casi tan grandes como un elefante"), desaparecieron por completo de la faz de la Tierra en los primeros años del siglo XX. El último bisonte europeo (el que aparece magistralmente dibujado en las cuevas de Altamira por prehistóricos artistas de hace casi 20.000 años), el segundo en tamaño de los bóvidos del continente, fue abatido en un mal día de no hace tantas décadas, por un tal Bartolomé Szpakowicz en un bosque de Polonia. Asimismo, el primo del bisonte europeo, el búfalo americano, estuvo en un tris de seguir el mismo destino, pues sólo en el año 1877 fueron cazados más de 100.000 en los estados americanos del sur, en parte para el aprovechamiento de pieles, y en parte, por el mero entretenimiento de desalmados vaqueros y pistoleros. Otros ejemplos emblemáticas de especies desaparecidas por la acción del hombre, fueron los enormes perezosos, del tamaño de una persona, que poblaban buena parte de Argentina hasta la llegada de los españoles a América

Por otro lado, el ahora simpático koala, el osito de peluche viviente de Australia, que tantas simpatías y ternura despierta en nosotros cada vez que tenemos la oportunidad de contemplar su divertida y serena figura, estuvo a punto de la extinción cuando, en 1924, fueron exportadas desde los estados orientales de Australia unos dos millones de sus pieles para la fabricación de abrigos.

En cuanto a los mamíferos marinos, la celebrada ballena de Groenlandia, en la que se inspiró Herman Melville para escribir Moby Dick --hasta que vivió, el mayor mamífero del mundo-- se halla ya totalmente extinguida. Respecto al continente africano, en la actualidad se considera que ha desaparecido la mitad de la fauna salvaje que, apenas un siglo atrás, todavía moraba en su superficie.

El agua es sinónimo de vida, porque es imprescindible para la existencia en la Tierra, y si bien el 70% de la superficie del globo está compuesta por el líquido elemento, apenas un 3% de él es agua dulce, y no toda potable. Abrir el grifo es un hecho cotidiano en nuestras vidas, pero aún extraordinario en muchos países de África, América y Asia. Por ello es tan importante la preservación de los recursos acuíferos, lo cual pasa por la preservación de los bosques tropicales de Borneo, Sumatra, América latina y África ecuatorial, verdaderos pulmones de nuestro planeta Tierra. Ahora puede parecernos extraño, pero el término "ecología", no fue introducido hasta 1866, por el naturalista alemán Ernst Haeckel, para designar el estudio de las interrelaciones de animales y plantas entre ellos y su entorno físico. Frente al estudio del organismo aislado, la ecología pone el énfasis en la interrelación de los diversos organismos que comparten el mismo hábitat. Y lo que debemos tener presente, es que los ecologistas no son los otros, sino que todos lo somos, pues todos, en nuestro día a día, conformamos el hábitat natural de la Tierra, es decir, el medio ambiente.

Historiador y periodista