Es curioso como en eso de las redes sociales uno va descubriendo cosas que resultan ser conocidas por otros que dicen saberlas desde hace tiempo. Los llamados medios sociales a través de las redes se intercambian información creada por los propios usuarios y que resulta ser de gran influencia para los miles y miles de seguidores que la poseen. Este verano, además de engordar, he descubierto lo que es un meme, esos mensajes virtuales con vocación viral y de los que he sido, sin buscarlo, un actor más a través de Instagram, primero, y de todas las demás redes, después. A mediados de julio, un amigo mío que tiene (ojo al dato) más de siete millones de seguidores en Instagram me mandó una fotografía divertida en la que él y su mujer componían en el salón de su casa una divertida figura acrobática. Me pareció tan sorprendente la foto que, empujado por mi natural inclinación a hacer humor de casi todo, le contesté, a través de Whatsapp, con una foto parecida pero con una muñeca Barbie entre mis manos. A mi amigo le pareció tan divertido que me preguntó si podía colgarla en Instagram, a lo que sin reparar en nada la dije que sí. El éxito del viral lanzado fue tan masivo que en pocas horas el número de visualizaciones fue astronómico. Afortunadamente, el meme cayó en gracia y la gran mayoría se apuntaron al me gusta, de lo que me alegré. He llegado a saber que más de uno y dos personajes muy seguidos en la red se han hecho con más de un millón de euros en un año por publicar, sin que lo pareciera, publicidad a través de sus memes. Enseguida lamenté no haberlo sabido yo, porque quién sabe si la Mattel, empresa que fabrica las Barbies, me hubiese esponsorizado mis vacaciones. Qué memo he sido. Humorista