La juventud necesita el ruido. Cuando empieza a molestarte el ruido, cuando lo oyes, ya no eres joven. (Esto es un axioma falso de nuestro tiempo). Los programas del corazón se basan en que hablen a gritos tres o más personas simultáneamente la mayor parte del tiempo, de manera que la audiencia, aunque no se entere de nada, se sienta rejuvenecida por un rato. Juventud virtual. Como el contenido se agota en un minuto, al final se entiende, y también cabe en un texto. Las teles se han convertido en libros electrónicos. Estamos esperando el papel recargable, el folio que puede contener uno o varios libros, etc. pero ha sido la tele la que ha elevado el índice de lectura. El género cotilleo lo vuelca todo en la pantalla en modo texto, lo resume, lo entrecomilla, aplica la ironía, da los teléfonos de aludidos, amplía y traduce el barullo y el griterío. Durante gran parte de esos espacios lo único accesible, audible, comprensible, es el texto. Y los mensajes de móviles de la audiencia, negocio, interactividad, inmediatez. Es evidente que en este verano del 2004 muchas de las personas que repudiaban esos programas han sucumbido a ellos. Es evidente porque lo confiesan. Y en parte es lógico porque las teles apenas emiten otros géneros. Y los telediarios son relleno para lanzar las series, los personajes y las promos internas. Vencida esta penúltima resistencia, cautiva y desarmada en el 2004 esta audiencia que se resistía (al menos a reconocerlo), el género cotilleo se encuentra ahora ante una crisis de éxito: para superar el tedio de las repeticiones (siempre las mismas personas, las mismas imágenes de fondo, las mismas monsergas), las cadenas tienen que dedicar más recursos, invertir más dinero, contratar más factor humano, inventar nuevos formatos, generar más famosos y, sobre todo, investigar de verdad. Se han apoderado con ligereza del lema periodismo , y luego de periodismo de investigación , que ya casi no existe (excepto que se admita la cámara oculta o el mero acoso, que se admite), pues ahora les toca investigar de verdad. Sería gracioso que la audiencia, cuya invocación ha justificado los peores excesos, acabara por imponer un poco de rigor. Aunque lo más probable es que las prácticas del cotilleo (la fuente y el emisor son lo mismo) se apoderen definitivamente del resto de la información. Al menos nos hacen leer. Y los gritos rejuvenecen.

*Escritor y periodista.