El mensaje de Navidad de los dirigentes de todos los países democráticos es ya una costumbre o un ritual, pero no por ello son iguales en todos los países. Tras haber escuchado con especial atención las palabras del Rey en su primer discurso desde La Zarzuela y escuchar a Obama desde La Casa Blanca, la primera diferencia es que en EEUU se dirige a los americanos el presidente de la nación, y en España lo hace el Rey y no el presidente.

Salvada esa diferencia, el mensaje de Rey fue un mensaje en solitario, mientras que el del presidente de los EEUU fue un mensaje compartido (Obama y su mujer), dirigiéndose a la nación directamente, como si fueran dos presentadores de televisión hablando a los ciudadanos mirándoles a la cara: una comunicación directa, en un tono espontáneo y natural, sonrientes y relajados. Una actitud y un formato igual al que cualquier ciudadano podría haber utilizado hablando por Skype con algún familiar lejano. Un formato donde destaca el deseo de paz y felicidad y no la puesta en escena. Un atrezzo ausente, mientras el discurso del Rey parecía un escenario de teatro, donde todo estaba cuidadosamente organizado para ofrecer la imagen deseada. Las fotos perfectamente colocadas, el fondo meticulosamente elegido con el abeto exterior iluminado, un sencillo Belén y la poinsettia navideña roja (euphorbia pulcherrima) ofreciendo el color necesario para componer una escenografía equilibrada en volúmenes y en iluminación. En cuanto al formato, mientras que los Obama solo mostraron su busto, de Don Felipe se pudo ver hasta el más pequeño detalle: sus zapatos negros con calcetines azul marino, o su reloj, con correa de piel azul marino, todo ello armonizado. Tanto el rey como el presidente llevaban traje oscuro con corbata azul. Michele lucía un vestido color lila. Pendientes largos y el pelo recogido, muy tirante y retirado de la cara, que se podía ver sin obstáculo.

En cuanto a la duración del mensaje, el Rey habló (12'30") cinco veces más que los dos miembros del matrimonio americano juntos (2'37"). El discurso español estaba escrupulosamente articulado para tocar todos los ámbitos nacionales, tanto sociales, económicos, políticos o financieros. En cambio, el americano fue un discurso estrictamente navideño, hablando de la decoración de la Casa Blanca y de los 65.000 ciudadanos que estos días habían pasado por ella. En esencia, ellos desearon paz y felicidad, en el marco de los valores propios del espíritu navideño (agradeciendo a las tropas americanas su servicio por la paz), mientras que el discurso del Rey, sonó a la revisión de todo un curso político, porque después de agradecer a los españoles que le abrieran sus casas para escucharle, fue desgranando uno a uno todos los temas de preocupación nacional a distinta escala, a todos los aspectos de la vida social, económica, política y financiera. Para ello fue transitando por los problemas más importantes del país a lo largo de todo el año 2014, mencionando los grandes bloques sin entrar en detalles evitando así situaciones delicadas. Un discurso navideño, en el que tuvo cabida desde la Constitución española de 1978, hasta los problemas autonómicos de Cataluña, el Estado de Bienestar o el Estado de Derecho, la unidad de España, o la salud ética y moral de los ciudadanos, el desempleo o la crisis financiera. El resultado parecía ser el mensaje propio de un analista o incluso de un candidato político resumiendo su primer mandato en campaña electoral, que el de un dirigente deseando Feliz Navidad a los ciudadanos.

La cercanía que los Obama consiguieron con su presencia en televisión así como la pertinencia del sencillo, directo y estricto mensaje navideño, debería ser objeto de consideración para el redactor del mensaje navideño del Rey para el 2015. Si no, alguien podría pensar que el mensaje de los Obama parecía el de unos reyes, mientras que el del Rey parecía el de un presidente.

Profesora de universidad