Decía Sira Repollés ayer que el incremento de contagios en la actualidad se debe al fenómeno irremediable de que se ha celebrado la Navidad: «Si no hubiéramos tenido Navidad no estaríamos así». No creyó oportuno reconocer que la culpa de la situación actual es de haber relajado las medidas en Navidad por anteponer la economía a la salud. O por el lastre electoral que puede ocasionar tomar una medida tan impopular, pero más que razonable a la vista de los datos.

Se relajaron las medidas de cara a la Navidad al tiempo que se reconocía, a los pocos segundos, que después de las celebraciones navideñas sufriríamos una nueva oleada de contagios que volvería a ser crítica. Lo que resultaba incoherente entonces resulta ser ahora con los datos en la mano una actitud negligente.

Todavía hay muchas incógnitas respecto al virus. Pero de lo que no cabe duda es que nadie sabe aún cómo controlarlo. Siempre hemos ido por detrás del virus, nunca por delante. Cuando aplanamos la curva en la segunda ola, España notificaba cerca de 200 contagios diarios. Ni nos acercábamos a los 25 casos que prometía el Gobierno como un objetivo óptimo, y que sólo conseguimos en el confinamiento domiciliario de marzo.

Pero nos regalaban una buena ración de mensajes llenos de esperanza que se han comprobado mentira, maquillaje y manipulación. Ya es hora de que lo digan alto y claro: no sabemos controlar al virus. Hasta entonces, seguimos poniendo parches para exterminarlo sin aprender ni un ápice de los éxitos de otros países.

En el momento actual, solo el confinamiento domiciliario puede terminar con la deriva de contagios. Ya lo reclaman algunas comunidades. Y casi lo imploran los expertos más reconocidos, como Rafael Bengoa o César Carballo . Pero nadie se atreverá a decirlo así de claro. Ni el candidato Illa , ni la consejera Repollés.

¿Y por qué? Porque sería la ruina de todos, y pondría más en evidencia la ineptitud de la gestión sanitaria. Sería volver al punto de partida en el que empezamos hace casi un año sin haber aprendido nada. La evidencia de que nuestros gobiernos siguen envueltos en peleas partidistas, mentiras absurdas y un maquillaje de éxitos inexistentes.

No pasaría nada por explicar con claridad que la pandemia se escapa a la capacidad de gestión de los políticos. Y que solo queda confiar en la inoculación de las vacunas, y que se administren cuanto antes. Si no hubiera sido por la ciencia y los sanitarios, 2021 pintaría bastante peor que el 2020.