Cuando alguien sabe, cree o sospecha que es falso, todo o parte de lo que formula, miente, esta engañando. Mentir implica falsear consciente e intencionadamente hechos, programas o proyectos. Otra forma de engañar es hacerse pasar por lo que no es o presumir de lo que no sabe, con la finalidad de obtener beneficios personales directamente o través del partido político en el que milita. La ética y la filosofía no se ponen de acuerdo sobre si ocasionalmente se puede permitir una mentira. La mayoría se posicionan en contra. La tranquila situación de jubilado, el encierro casero por el coronado virus y la facilidad de revisar, a través de las nuevas tecnologías, obras de autores clásicos, que antaño estudie. Algunos actuales que he ojeado, me ha permitido recordar y actualizar nociones, sobre los que en este momento son políticamente, social, sanitariamente y culturalmente promocionados: engaño y mentira. Nihil novum sub sole. Un embustero es una persona que tiene tendencia a decir, escribir, editar y promocionar falsedades como norma habitual. Por placer. Platón en su «mentira noble» aconseja mentir. Aristóteles, y San Agustín decían que nunca se debía permitir, ideando una clasificación de las mismas.

En estos momentos estamos viviendo una paradoja, que afecta a todos y cada uno de los responsables de nuestro destino social, económico y sanitario en forma de ¿pandemia? Para estos genios, falsear los hechos, ha sido la forma de intensificar un conflicto, en vez de atenuarlo. Impresiona la frecuencia de algunas variantes de esta moderna forma de mentir. Al aseverar ser portadores de la verdad, emerge la contradicción que los delata pues desprecian la lógica y el sentido común. La posmentira, y la posverdad, definen la forma paradójica de actuar de una coalición, cuyos miembros sin distinción manipulan falsas verdades. Me llamo mucho la atención la (19.3.20) verborreica e insultante comparecencia del autodenominado vicepresidente del gobierno, sobre el corona virus. Carente de la obligada educación y cortesía pero llena de una «deshormonada» paridad que me hizo recordar, las lecciones del profesor Agustín Serrate, eminente psiquiatra de nuestra facultad, por dos razones; una, por los términos que usaba para calificar el comportamiento de los mentirosos compulsivos habituales: Mitomanía, mentira patológica o pseudología fantástica, y otra por su definición del trastorno histriónico de la personalidad (THP): «Trastorno de la personalidad caracterizado por excesiva búsqueda de protagonismo, que suele comenzar en la edad temprana adulta, ocultando un comportamiento seductor inapropiado junto a una patológica necesidad de reconocimientos».

*Catedrático Emérito. Unizar