El pasado viernes comentaba la confusión informativa en la que vivimos y la actualidad ha traído nuevos ejemplos. El primero fue la pantomima del desarme de ETA y los verificadores internacionales con la entrega de cuatro pistolas, después el falsete del 23F y para terminar el dibujo de un país "multicolor" en un Debate sobre el Estado de la Nación sin lugar para la corrupción. La mentira se cotiza tanto que ya no dudan en venderla ni quienes tienen como único patrimonio la verdad. Pasar una película de ficción por un documental (aunque su intención sea remover conciencias), no deja de ser una traición del compromiso con la audiencia que el periodista renueva cada día con el aval de su credibilidad, lo que explica que Évole y compañía dejaran a más de uno en ropa interior. Un compromiso similar al que los políticos adquieren con los ciudadanos cada cuatro años, aunque en este caso ni siquiera se reconozca al final la verdad. Así lo hemos podido comprobar en las declaraciones del ministro de Interior sobre la actuación de la Guardia Civil en la tragedia de Ceuta donde murieron 15 subsaharianos, o en las que el ministro de Hacienda presumió de una inexplicable subida de salarios que, según ha puesto de relieve ahora un estudio del Banco Central, se debió a que la mayoría de sueldos amputados por la crisis fueron los más bajos, subiendo así la media. ¡Qué jodido! Un espejismo del que no quedó ni rastro tras la reforma laboral y que Rajoy volvió a rescatar en la primera sesión del debate para enterrarlo después. Pero no hay que ser injustos, entre tanta mentira también se escapa alguna verdad, la última se llamaba Paco de Lucía.

Periodista y profesor