Pendiente como estaba de si se aseguraba la permanencia en Segunda, el Real Zaragoza no tenía necesidad, o sí, de ser protagonista en la campaña electoral. Pero tras cometer el error de abrir La Romareda al PP y que el presidente, Christian Lapetra, se hiciera la foto tras el atril de Azcón, alcalde, la serie de torpezas derivó en desastre. Para salvar los muebles, la directiva dijo que se había atendido a todos los partidos políticos, cuando la realidad era otra. Quizás antes que apoyar unas siglas políticas, de esta entidad deportiva debe esperarse mayor preocupación por el diseño de la próxima temporada, si los dueños siguen, y de qué manera o cómo reforzarán el equipo. Y sin falsear, que la mentira tiene las patas muy cortas.