Las cabalgatas de Reyes que nos ofrecen La 1 y Aragón TV, parten de un radical éxito: los niños que las ven saben que eso no se puede mejorar. No existe la crítica. Todo nace del convencionalismo de que los pequeños consideran verdad lo que sucede ante sus ojos. Nunca un público estuvo tan ganado de antemano. Los ojos chispeantes, los piropos al rey favorito, las promesas de ser bueno en el futuro, son de las pocas cosas auténticas que aún flotan en este mundo. Todo se sustenta sobre la base de una ilusión elevada a la enésima potencia. Una bomba atómica.

Claro que detrás de ese montaje teatral se acomoda una gran mentira; la que asumen y callan los adultos. Disimulemos mientras tanto. Por eso ha resultado incómodo estos días previos, cuando algún señor mayor ha comentado algo sobre sus "orientales majestades", que pudiera revelar algún secreto sobre la mise en scene de esta gran farsa. Me desconcertó que toda una alcaldesa como Ana Botella comentase ante las cámaras en horario infantil, aquello de que "no tenemos un rey negro para la cabalgata". ¿Cómo es eso?, se podría preguntar un infante sentado ante el telediario. Su lógica le diría que la señora Botella no es quién para decidir qué reyes van o vienen. ¡Hasta ahí podríamos llegar!, pensará este pequeño, que acaba de iniciarse en el incómodo arte de la reflexión política. Se trata de disimular por unos días. No es algo recomendable, pero la finalidad merece estas pequeñas mentiras. Luego el tiempo, ay, nos golpea con su dura y brutal realidad.