Europa no esperará a que finalice agosto para iniciar el curso político, que estará de nuevo, como en los últimos años, presidido de forma omnipresente por la economía y la salida de la crisis. El Consejo Europeo extraordinario que se celebrará este sábado en Bruselas debería nombrar un nuevo presidente del organismo (para relevar a un Herman Van Rompuy que dejará poca huella) y empezar a perfilar los integrantes de la otra pieza principal de la Unión, la Comisión Europea, que a partir del 1 de noviembre presidirá Jean-Claude Juncker. De todo eso hablaron anteayer y ayer Mariano Rajoy y Angela Merkel en un encuentro en Galicia que no por veraniego y protocolariamente informal deja de tener cierta trascendencia. Para el presidente español, la visita de la cancillera significa un claro reconocimiento de la disciplinada aplicación por España de las políticas de austeridad que Berlín abandera. Merkel no pudo ser más explícita y se declaró "sumamente contenta" por las reformas económicas emprendidas por el Gobierno del PP y por el crecimiento de la economía española en los últimos trimestres. Una de las consecuencias de esta buena sintonía sobre las recetas es el abierto apoyo que Alemania va a dar a Luis de Guindos --"un ministro excelente en tiempos difíciles", dijo la cancillera-- para que antes de un año presida el Eurogrupo, el cónclave ministerial donde se cuece la política económica de la Unión.

Pero Merkel no ignora que el hecho de que España secunde su estrategia y pueda ofrecer buenos datos macroeconómicos no significa aún una mejora de la economía real del país, como revelan otros indicadores y confirma la simple observación de la realidad social. Y mucho menos desconoce que son básicamente Francia e Italia los dos países cuyas economías deben volver a crecer, y que son justamente los dos en los que las reformas estructurales están encontrando más dificultades. La batalla política e ideológica por una salida diferente de la crisis ya parece ganada por Alemania, pero es la propia Alemania la que puede acabar siendo víctima de su inflexible estrategia: sin una interpretación menos severa de la reducción del déficit público hay riesgo de una nueva recesión, lo que sería un desastre para el conjunto de la UE. También para el futuro de Europa septiembre se presenta como un mes decisivo.