La dama de hierro europea se pone dulce con el general de hielo ruso. Merkel se acerca a Putin después de dos años de rifi-rafes internacionales. A dos meses de que Alemania ejerza de anfitriona del G-20, y con la patata caliente que tiene en sus manos el proyecto de construcción europea, era necesario este acercamiento, especialmente en lo tocante a asuntos tan candentes como el de Ucrania y el de Siria, dos bombas de relojería. El marco inmejorable, a orillas del Mar Negro, pero la parejita no llegó a ningún acuerdo prematrimonial destacable. Sobre el conflicto ucraniano que estalló en febrero de 2014 con la anexión rusa de Crimea, ambos volvieron a su discurso de siempre: cumplir con los acuerdos de Minsk por los que se firmó un alto al fuego en el este de Ucrania, algo que no se está dando y es la razón por la cual resulta difícil que los europeos levanten las sanciones a los rusos. En la cuestión siria, la cosa no fue mucho mejor, pues tampoco se avanzó, solo reiteraron la idea de continuar el diálogo y reactivar las negociaciones en Ginebra para alcanzar un proceso de pacificación que termine con ese reguero de víctimas, pero ninguna medida concreta. Y si en cuestiones de gran calado no hubo ningún feeling, imagínense el que tuvo el ruso con la alemana cuando esta le pidió que intercediera para presionar a su homólogo checheno, el ultraconservador Kadirov (un apéndice del régimen del Kremlin en esa región) para que deje de acosar a los gays en Chechenia. «Merkeladas las justas, querida, -pensó Putin-, que ni entiendo ni voy a entender».H

*Periodista y profesora de universidad