Las tablas del Teatro Principal acaban de sostener los pasos de los actores que representan El sirviente, la mítica obra de Robin Maugham que fuera llevada al cine por Joseph Losey, con un estelar Dirk Bogarde en el papel de Barret, el mayordomo que acabará usurpando la personalidad y la posición de su noble señorito en una mansión londinense. La versión teatral española está encabezada por Eusebio Poncela, en el papel de Barret y por Pablo Rivero (James Fox en la cinta de Losey) interpretando a Tony Williams, el joven, caprichoso y ocioso aristócrata cuyo rol, a lo largo de la obra, se verá, primero imitado, invertido, y finalmente sustituido por el de su sirviente.

La magia de este magistral texto reside, además de en sus atractivos dramáticos, en su valor metafórico.

Simbólico es también, desde luego, el juego de poder que se nos plantea.

En la Inglaterra victoriosa tras la Segunda Guerra Mundial (Williams se había enfrentado a los blindados de Rommell), la aristocracia volvía a sacar pecho y a reclamar, para disfrutarlos de nuevo, sus ancestrales privilegios.

De la película de Joseph Losey a la interpretación de Eusebio Poncela

Aniquilados los alemanes, alejada de Gran Bretaña la amenaza comunista, el joven lord Williams soñará con una vida muelle, feliz, consagrada a la comodidad y al placer. Para ello necesita un buen servicio doméstico, y qué o quién mejor que ese tal Barret que se le ofrecerá como mayordomo para todo, y que pronto se ocupará de sus comidas, vestuario e higiene, para desde allí dar el salto a su alma, a fin de sojuzgarla.

La historia, como la de estos dos personajes, fluctúa asimismo entre el poder y sus siervos, entre el noble feudal o el monarca absoluto y la gleba, entre el capitalismo y el comunismo, entre la acumulación o concentración de poderes y sus súbditos o víctimas... hasta que los papeles se tornan o invierten y el esclavo pasa a dominar al amo.

Sucedió en Roma, con los emperadores bárbaros, sucedió en la Revolución francesa y de una manera más paulatina y pacífica ha venido sucediendo en la Europa occidental. En otros muchos países, sin embargo, la despótica relación amo/sirviente, el dominio del hombre sobre el hombre, perdura...