De momento, los empates en el Congreso español se van rompiendo gracias a los dos diputados canarios-canarios, que en realidad actúan como topos del PP (Coalición Canaria) y del PSOE (Nueva Canarias), respectivamente. Gracias a esta peculiar situación se aprobarán los Presupuestos Generales (concediéndoles a las islas atlánticas alguna ventaja a modo de peaje) y lo que resulta más curioso: se controlará la presidencia de las comisiones de investigación que ha creado la Cámara Baja (una por la financiación irregular del PP y otra por el rescate de las cajas de ahorro), las cuales, tras un pacto PP-PSOE, han quedado encomendadas a los ya famosos parlamentarios bisagra-insulares. Este apaño ha servido para dejar a Podemos y Ciudadanos en la cuneta. No fuesen a ponerse tontos estos novatos.

Por otra parte, el mismo Congreso ha reprobado y exigido la dimisión del ministro de Justicia, del fiscal general y del jefe de la Fiscalía Anticorrupción. Pero eso al Gobierno y a superRajoy se la pela (que diría El Coletas, con bastante propiedad).

No parece este el mejor contexto para abordar la regeneración de la política española. Es más: el Ejecutivo se guarda en la manga la intención de convertir a los fiscales (en vez de los jueces) en instructores de los procesos y prohibir que se publiquen las filtraciones de los sumarios para enfriar las causas y dejarlas morir en el fondo de un armario.

Y otra cosa: está en marcha la elaboración de una nueva Ley de Contratos de las Administraciones Públicas. Ojo con el tema. Porque la corrupción (aunque muchos infelices creen que guarda relación con el sueldo de los políticos y otras gabelas menores) tiene en esa norma uno de sus factores clave (los otros dos son la financiación de los partidos y el descontrol financiero y fiscal que favorece a las grandes fortunas y a los delincuentes de alto nivel). Las contratas (de obras, de servicios, de externalizaciones varias y de infraestructuras específicas) son la madre del cordero. Tiemblo al pensar lo que pueden hacer con ellas los partidos serios. Crucen los dedos.