Cuántas veces ha oído la palabra corrupción en los últimos meses? ¿Podría contabilizarlas? ¿Complicado? Sí, lo es, porque ese término ya forma parte de nuestro día a día, y peor aún, es el primer síntoma de que el descrédito de la política sigue creciendo a pasos agigantados. No hay conversación, no hay reunión familiar en la que se pase de puntillas. La calle es el mejor termómetro, pero ahí están también las encuestas, y la última del CIS es letal. La preocupación por la corrupción se dispara hasta el 44,2%, y roza el récord histórico de marzo de 2013 --entonces llegó al 44,5%--. Sólo el paro preocupa más a los españoles. La corrupción nos quita el sueño, y para conciliarlo no ayudan nada las contradicciones y las rectificaciones a las que nos tienen acostumbrados los políticos. Esta semana tenemos otro ejemplo: Gallardón y los indultos. El miércoles durante una conferencia de prensa en Barcelona dijo que el Gobierno "no ha concedido un solo indulto en casos de corrupción". Es más, añadió: "Mientras yo sea ministro de Justicia, no lo va a hacer". Pero la realidad le desmiente, y aquí va el matiz: "Ningún político que se haya llevado dinero a su bolsillo ha tenido un indulto". Es decir, sus indultados no se han llevado dinero público a casa, según Gallardón, pero sí han sido condenados por malversación o prevaricación. Ahí está el indulto al exalcalde del PP de la localidad malagueña de Abdalajís en julio de 2012. Fue condenado a tres años y medio de prisión por doce delitos de prevaricación urbanística, pero se le ha conmutado la pena. Y lo mismo con tres de sus concejales. Y lo mismo con Josep María Servitje, ex secretario de Trabajo de la Generalitat de Cataluña, indultado en marzo de 2012 tras una condena de cuatro años y medio de prisión por prevaricación y malversación en la adjudicación de informes a varias empresas. La fundación Civio, especialista en datos públicos, habla de hasta diez indultos de este Gobierno a políticos y funcionarios. Pero esta epidemia afecta a todos los colores políticos: más de 200 indultados del mismo perfil desde el año 2000. La cifra importa, sí, pero más el fondo. Las medidas de gracia a los condenados generan impotencia y un sentimiento de rabia en los ciudadanos, más aún en tiempos de marejada. La calle no entiende que a uno le persigan por una multa, por unos impagos puntuales de hipoteca, del IBI o de lo que sea, mientras otros salen por la puerta principal. Hoy, muchos se hacen esta pregunta: Y a mí, ¿quién me indulta? Periodista