La editorial Acantilado continúa con su labor de reeditar a Stefan Zweig, haciendo felices a sus múltiples lectores, entre los que me cuento. El autor austríaco ha superado con creces la prueba del tiempo, o del algodón en el mundo del arte, disfrutando hoy de una indiscutible inmortalidad, de la misma manera que disfrutó del éxito en vida, aunque no fuera suficiente como para quitársela en aquella aciaga jornada en Petrópolis.

Miedo es el título que acaba de aparecer, con la firma de Zweig y una cuidada traducción del alemán de Roberto Bravo de la Varga. Una nouvelle de apenas un centenar de páginas, en las que el maestro trabaja sobre un tipo femenino, revolucionario entonces (la novelita es de 1913) y a seguir considerando hoy en día, por lo que de representativa tuvo y sigue teniendo la figura de Irene Wagner, esposa de un afamado abogado y madre de familia.

En el entorno burgués de la familia Wagner será donde Zweig escarbe con su habitual profundidad y delicadeza, en busca del alma de Irene. Un tanto aburrida, al comienzo de la acción, en exceso acoplada a una rutina que le acercará al aburrimiento y, con el tedio, al abismo de la infidelidad. Ella no tenía razón alguna para engañar a su marido. Lo hace con una mezcla de deliberación y frialdad, sin por ello enamorarse de un amante elegido un tanto al azar. La aventura le proporcionará algunas emociones, siendo la más deliciosa y perversa la de estar engañando a un hombre bueno, su marido, que sigue sin darle el menor motivo para engañarle, todo lo contrario. Pero esta solución tampoco satisfará a Irene. El pozo de su insatisfacción se habrá hecho más profundo con su doble vida y ya no sabrá con qué nuevas emociones colmarlo. Súbitamente la sombra del delito oscurecerá la novela con un golpe de efecto y la barrera de la ley se irá borrando, como la de la fidelidad matrimonial, en difusos registros donde las fronteras del bien y del mal asimismo se desvanecerán.

Probablemente inspirado en Enma Bovary, el personaje de Irene Wagner representa una nueva vuelta de tuerca en la liberación de la mujer de los yugos del XIX. La mano maestra de Zweig enriquece la acción con episodios novelescos y, sobre todo, con una prosa precisa, concisa, que actúa sobre el corazón de Irene como el bisturí de un cirujano.

Un perfil asombroso.