Cuando habla de su libro La fuerza de un sueño, la laureada y siempre sonriente Teresa Perales explica que uno de sus grandes retos ha consistido en superar el miedo a ganar. Se trata de un sentimiento muy humano, que, obviamente, afecta más a quienes se pasean por la vida cosechando éxitos. En política, como en el deporte, abundan los ejemplos de las personas que, una vez entronizadas, desvarían. Lo hacen de tal manera, que terminan resultando muy nocivos para los electores que les votaron en su día y, en suma, para el pueblo al que dicen servir. Pero los últimos comicios europeos han permitido constatar la existencia de una especie que anida en todas las ideologías y que se caracteriza por todo lo contrario: un pavoroso miedo a perder. El statu quo la ha mantenido más o menos oculta durante años, pero la sorprendente irrupción en la arena pública de formaciones que hasta hace unos meses ni siquiera existían, como Podemos, ha sacado las vergüenzas de más de uno. Aunque se han retratado ellos mismos, merecen un inequívoco repudio --también de sus compañeros de filas-- quienes, con las urnas aún calientes, se afanaron en desacreditar e incluso criminalizar a eurodiputados como Pablo Iglesias. Mal que les pese a esos horribles perdedores, el escaño del madrileño en Bruselas cuenta con la misma legitimidad que cualquiera de los otros electos. Suyo es ahora el reto de cumplir expectativas y de seguir ganando adhesiones. Pero en eso consiste la democracia. ¿O es que han cambiado las reglas? Periodista