Superada la soporífera campaña electoral al Parlamento europeo, perturbada por la sinceridad de un Cañete más antiguo y casposo que el hombre de Neandertal, los resultados han generado un auténtico tsunami en la política nacional.

Primero, porque los pésimos resultados de los partidos mayoritarios no solo ponen en cuestión su hegemonía (han pasado de recoger el 80% del electorado en 2009 al 50% el pasado domingo) sino que muestra su debilidad política y social para seguir igual hasta las elecciones del 2015.

Segundo, porque el pírrico triunfo del PP (apenas 500.000 votos más) no puede ocultar una sangría constante que le hace estar aislado frente a una izquierda que, sumada en toda su complejidad, supera en más de un millón de votos la diáspora del centro derecha que va desde los nacionalistas a Ciudadanos y UPD. Los resultados no legitiman los recortes.

Tercero, el compromiso ciudadano con los dos partidos mayoritarios, atado a través del voto útil, se ha roto. Tiene razón Rubalcaba cuando dice que "el corazón del sistema político español está enfermo", las nuevas opciones en el centro derecha y en la izquierda pondrán muy difícil continuar la gobernanza marcada en la transición política.

Cuarto, el grito de la esperanza y de la ira se ha canalizado en algunas formaciones políticas que, a pesar de su similitud con las franquicias al uso, pueden cuajar proyectos alternativos. La sorpresa electoral de Podemos con espectaculares resultados en Asturias y Madrid, superando a Compromís en Valencia, BNG en Galicia, siendo tercera fuerza en numerosos territorios (19% en Soria) y con menos respaldo allí donde el PSOE ganó, (Andalucía y Extremadura) demuestra que la mancha de aceite se extiende en toda España. Sostienen algunos expertos que la mayor participación prevista les ha beneficiado y su apoyo interclasista viene de los sectores castigados por la crisis, jóvenes menores de 30 años, exvotantes socialistas, de Izquierda Unida, abstencionistas y trabajadores en desempleo. Tanto por la distribución como por su apoyo cualitativo prevén que cuajarán. Más, cuando las recomendaciones del FMI y la lectura de los resultados por el Gobierno, vaticinan seguir con la misma política.

Quinto, todos estos análisis deben ponerse en cuarentena, ya que las europeas son elecciones de distrito electoral único donde, hasta ahora, se utiliza el voto como castigo y advertencia. Los próximos comicios requieren un esfuerzo organizativo muy complejo que la Ley D'Hont atempera penalizando a los partidos pequeños, que deberán presentar opciones locales, territoriales y de país: esa será la prueba del algodón.

Sexta, al PSOE se le ha acabado el tiempo .De poco ha servido el reciente proyecto político aprobado en la conferencia de noviembre, tras el congreso de Sevilla. El tiempo que allí pidió Rubalcaba ha terminado; no pudo recuperar apoyos ni superar los dificultades para liderar el socialismo español. Somos un partido de Gobierno identificado con el Estado y eso hace que en momentos críticos como estos, los ciudadanos nos pidan alternativas con las que soñar. Y si ante ello respondemos con las mismas formas y las viejas políticas, nos sacan del tablero. Eso es lo que está ocurriendo con numerosos líderes socialistas simbolizados ahora en Rubalcaba. Y se va como quien abandona la reunión cerrando la puerta y llevándose la llave. La coherencia de la dimisión como secretario general no se corresponde con la convocatoria de un congreso extraordinario sin previsión de los efectos colaterales, ¿habrá primarias abiertas?, ¿cómo va a elegirse el secretario general?, ¿es viable una nueva dirección con primarias a los tres meses?, ¿por qué no convocó una gestora?, ¿es adecuado seguir ejerciendo de secretario general y preparar un congreso con la dimisión presentada?¿qué órgano del partido son los barones?

Abrir el partido, acercarlo a la sociedad, dar confianza y participación a nuestros electores pasa por la rápida realización de unas primarias abiertas y transparentes, más ahora que hemos perdido el 42% de los votos, 16 puntos menos desde la europeas del 2009. De poco valdrá un congreso extraordinario si no cambiamos la cultura interna, si no reforzamos la militancia, ampliamos la participación, respetamos la discrepancia y democratizamos las estructuras. ¿Qué autoridad moral puede tener un secretario general que tras perder 93.243 votos (el -19,43%) respecto de las anteriores europeas no es capaz de la mínima autocrítica o poner en cuestión su continuidad? ¿Cómo vamos a recuperar la confianza de nuestros votantes aragoneses si en lugar de movilizarlos a través de unas primarias nos hacemos el tocomocho para no participar ni los afiliados?, con estos antecedentes ¿quién puede confiarnos su futuro?

Resulta incomprensible tanta ceguera, la huída hacia adelante no es la solución, salvo que los proyectos personales y políticos se hayan fundido en uno mismo y lo sintetice muy bien un veterano militante como conclusión de una conversación con un alto cargo sobre lo mal que estaban las cosas, espetándole... "Sí, las cosas están muy mal, pero yo estoy dentro...". ¡Qué gran filósofo!