Tras el alegre Carnaval llega su complementaria Cuaresma (del latín «quadraginta», cuarenta) en referencia a la cuadragésima, o los 46 días que transcurren desde el miércoles de Ceniza hasta la víspera del Domingo de Resurrección, día en que finaliza la Semana Santa.

El rito de imposición de la ceniza (símbolo de purificación) es para los cristianos -en cuya frente traza el sacerdote con el ceniciento elemento una cruz- el inicio de un período de penitencia, marcado por la abstinencia y el ayuno. De hecho, en la tradición litúrgica de la Iglesia, el Miércoles de Ceniza recibía el nombre latino de Capite Jejunii (comienzo del tiempo de ayuno).

La ceniza utilizada proviene de la quema de las ramas de olivo que, bendecidas, se entregaron en las iglesias durante las celebraciones del Domingo de Ramos, en la Semana Santa del año anterior. Y desde un punto de vista antropológico, además de su significación cristiana, dichos ramos también hacen referencia a la muerte y fugacidad de la vida humana, equiparable a la de un árbol, del que solo quedan ascuas y cenizas cuando se quema. Un rito que, por otro lado, enlazaría con la tradición nórdica, según la cual el dios Odín al crear a la humanidad habría dado al primer hombre el nombre de Ask (fresno, cuya etimología está asociada al nombre de dicho árbol en inglés: «ash») y «Embla» (olmo) a la primera mujer, por provenir su esencia de la madera de dichos árboles.

La raíz anglosajona y nórdica de la palabra ceniza («ash» en inglés, «asche» en alemán, y «aske» en noruego) podría derivar de la napolitana «aska» -muy próxima a la española «ascua»- que alude al color gris de la ceniza. Así en lengua italiana, algunas especies de peces reciben el nombre de «lasca» debido al color ceniciento de sus escamas. Color gris, por cierto, que también tiene la sardina, cuyo festivo entierro -en el miércoles de ceniza- pone punto final al jubiloso Carnaval.

Aunque también es posible que la festiva tradición del Entierro de la Sardina (a la que Goya dedicó uno de sus cuadros) y en la que el carnaval da relevo a la Cuaresma, hubiera tenido una función simbólica en el cristianismo primitivo. Porque en los tiempos de la antigüedad en que la religión cristiana estuvo perseguida en todo el imperio romano, la figura del pez (cuya forma recuerda a la «alfa», primera letra del alfabeto griego) fue el criptograma que utilizaron los primeros cristianos para aludir a Cristo, «alfa y omega» -principio y fin- de la Creación. Nombre que en latín («Christus») recuerda a la palabra griega «Ichtus» (pez), cuyas letras iniciales en lengua griega conforman el acrónimo de «Iesous Christos Théou Uios Soter» (Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador).

De algún modo, esta tradición podría también representar el simbólico entierro de Cristo en el Santo Sepulcro, en Jerusalén, tras su crucifixión en el Gólgota, y el comienzo de un penitente luto en espera de su alegre, redentora y purificadora resurrección, en el último domingo de la Semana Santa. Y volviendo al significado puramente cristiano del miércoles de Ceniza, cabe tener en cuenta que es un día especial para la invitación a la penitencia, la cual no es sino la libre predisposición a una actitud interior que conduzca a evitar el mal y obrar haciendo el bien. Una determinación que para San Juan Pablo II, es el sentido profundo de la ascesis (ascensión hacia la liberación del espíritu y el logro de la virtud) cristiana.

Mas para ello, es preciso que seamos conscientes de la libertad infinita que reside en las limitaciones humanas. Un conocimiento que exige que actuemos con humildad; y aquí nuevamente volvemos a las cenizas («ash»), a través de la palabra inglesa «ashamed» (avergonzado), que implica el reconocimiento de los propios defectos y la aceptación de los de los demás, para que sea posible la convivencia, fundamentada en el amor, y que -curiosamente- en turco se dice «ask».