Muchas veces el fútbol no es justo. Ni contigo ni sin ti. El fútbol no había sido justo con el Real Zaragoza esta temporada. A La Romareda, que una vez más escenificó con un comportamiento absolutamente entregado que este año se huele algo, algo bueno, llegó el Numancia con el equipo aragonés en puestos de descenso provisional tras una concatenación de circunstancias que habían impedido otro escenario más ajustado a los derechos adquiridos. Una clasificación que mentía sobre los méritos y el nivel de juego mostrado en estos dos primeros meses de competición. Del partido contra el líder, el Real Zaragoza reforzó con puntos esa recurrente idea de la que tanto habla Natxo González y que los empates y las derrotas habían situado en un terreno controvertido. Injustamente.

La primera victoria en casa, la goleada y, sobre todo, la portería a cero con escasas opciones de gol para el rival, fueron las mejores noticias de la tarde festiva, en la que el entrenador repitió con Alain de lateral izquierdo, un puesto en el que seguramente pueda tener un valor de mercado futuro superior al de extremo si interioriza los hábitos del defensor, en la que Febas, Borja Iglesias y Buff fueron la alegría del equipo, y en la que quedó nuevamente refrendado que, con permiso de Zapater, hay tres futbolistas, uno por línea, cuya llegada al final del mercado dio al Zaragoza un salto competitivo manifiesto. Cristian en la portería, Mikel para rearmar el centro de la defensa con esa trascendente normalidad y Toquero en los espacios donde se cuece el gol e incordiando donde hay que incordiar. El final del verano trajo la primavera: saber estar, madurez, conocimiento. El Zaragoza sería un equipo mucho peor sin ellos. Con ellos es mucho mejor. Otra dimensión.