Tanto lío, tantas posiciones enconadas y líderes encastillados en su inopia para nada. Que son unos cuantos meses en el limbo político que no pueda resolver un abrazo fraterno, socialista y programático, ¿no?

Pedro Sánchez cierra un preacuerdo de gobierno con el demonio de Iglesias que hasta hace nada permanecía escondido en el armario del PSOE para dar el susto final. Y que no dejaba dormir ni a Sánchez ni al 95% de los españoles.

El mismo Pablo Iglesias que representaba para Sánchez a un pirómano en la crisis territorial de Cataluña, con el rechazo a la aplicación del 155, la docilidad a los políticos presos con indultos o la apertura a un referéndum de autodeterminación.

Todo aquello que Pedro Sánchez criticaba de Pablo Iglesias hace menos de una semana, e incluso en prime time, se ha resuelto con una simple llamada de teléfono. El bloqueo de la izquierda que ha condenado al hartazgo, la rabia y la desazón a toda España en seis meses se ha liquidado en medio martes.

Lo que ayer era inaceptable para Pedro Sánchez hoy sigue siendo inaceptable pero no para la personalidad mutante de Pedro Sánchez. Porque para Pedro Sánchez lo único inaceptable es que no gobierne él.

La rapidez del acuerdo se sustenta en la apabullante caída de votos de ambos partidos. Un millón y medio de votos entre PSOE y Unidas Podemos desde el mes de abril, sumando menos que hace seis meses.

Y es que, continuar en el bloqueo o no ser capaces de alcanzar un acuerdo achica a la izquierda. Y claro, con el agua al cuello se negocia mejor.

La relación siempre paralela de Pedro Sánchez con la verdad ha quedado en evidencia en el preacuerdo con Pablo Iglesias. E incluso su falta de principios. Sánchez le concede a Iglesias mucho más de aquello que le negó repetidamente.

¿De qué han servido las elecciones si al final se urde un acuerdo que pudo darse hace meses? Para nada.

Salvo para apuntalar a los extremos, tanto Vox, el nacionalismo catalán o la nada simpática presencia de Bildu. Erradicar del mapa al centro sociológico neutralizando a Ciudadanos. Y dejar a un Partido Popular a merced del marco que quiera aplicar Vox para radicalizar a la derecha.

Una operación, pretendida o no, para reconfigurar el sistema de partidos español. Elevar a la categoría de moderno a las dos Españas de 1936. El bloque de la izquierda, el frentismo radical de Vox y la balcanización de la CUP.