Talento y humildad son dos virtudes que suelen correr parejas, a despecho de esos alardes vanagloriosos que pretenden enmascarar profundas carencias. Cuando llegué a formar parte de la fantástica Asociación Aragonesa de Amigos del Libro, que actualmente preside Eugenio Mateo, me sorprendió muy gratamente la discreta presencia de personalidades muy destacadas en el mundo intelectual aragonés, unidas por su amor a la cultura en general y al libro en particular. Su labor tan callada como eficaz solo aflora en contadas ocasiones, como en la entrega anual de los premios Búho, presidida por esos grandes ojos que todo parecen y quieren ver en la cultura de nuestra tierra. Estos galardones, tan humildes en lo material como inmensos y entrañables en su proyección, reconocen una amplia gama de facetas relacionadas con el gran protagonista, el libro; siempre sometido a ácidos avatares, siempre victorioso aun a pesar de sus cicatrices.

Autores, editores, libreros, ilustradores... y, por supuesto, bibliotecas. Este año, cuando los premios Búho cumplen sus bodas de plata, tras nacer precisamente en la Biblioteca de Aragón, se reconoció junto al resto de distinciones la labor del Centro de Documentación del Agua y Medio Ambiente, una excelente iniciativa del ayuntamiento zaragozano que vio a luz en mayo de 2015 bajo el auspicio de Javier Celma. La actual directora de la biblioteca verde, Marga Muñoz, recogió el Búho tras la oportuna glosa a cargo de José María Serrano, quien fuera objeto de un reciente y merecido homenaje en esta misma sala. Cuando tan necesitados estamos de una adecuada conciencia ecológica, la mirada del búho se ha revelado especialmente expresiva: sus ojos brillan en la oscuridad como la luz de un faro que ha de guiarnos hacia un mañana sostenible. H *Escritora