Sí, ya sé que la ficción... ficción es, y que no hay que interpretar las películas o los libros, todo el tiempo, con la mirada racional. No seré yo, que me dedico a escribir, quien le ponga límites a la ficción. Tampoco seré yo quien reclame que la ficción infantil y juvenil deba tener siempre moralina, y un mensaje positivo, y tenga que educar y mostrar de una sentada todos los valores habidos y por haber. Eso es tarea del entorno de los niños y de las niñas, que tiene que ser educados en el ejemplo.

El párrafo anterior es una declaración de intenciones: no soy una ofendida más, no quiero pervertir el ejercicio de la creación, no busco los límites del humor como muchos otros se esfuerzan por encontrarle siempre los límites al humor. Y más en lo infantil y juvenil que, insisto, parece siempre teñido de la mirada adulta que pretende aleccionar y colar siempre el mensaje adecuado, el que le conviene al adulto.

Aun así (ahora llega el contraargumento), estas fiestas hemos aprovechado para ver algunas películas para niños, y hemos dado con dos seguidas en que los padres de los protagonistas estaban divorciados y, con un poco de ingenio de los niños, los padres han vuelto y han sido felices para siempre. Mi hija afín, asqueada con el segundo final consecutivo, e hija de padres divorciados, lo dijo sin darle mucha importancia: es poco realista.

No, estamos de acuerdo en que la ficción no debe ser siempre realista, y llegados a este punto convendría volver de nuevo al primer párrafo, en el que me justifico. Desde luego que no, que la ficción no debe ser realista, ni las películas infantiles deben tener ese mensaje políticamente correcto, pero... ¿de verdad los padres divorciados tienen que volver siempre? ¿Se imaginan los creadores de las películas que lo verdaderamente revolucionario en un filme con divorcio es que los padres antepongan a los niños y consigan mantener una buena relación a pesar de las dificultades? Ya... ya, quizá tampoco sería realista, pero ¡quién sabe!.