El Ministerio de Defensa español se ha dirigido a la comisión turco-ruso-ucraniana que supuestamente investiga el accidente del tristemente famoso Yak-42 para pedir más datos sobre el contenido de las cajas negras; un contenido parcialmente revelado por este periódico y que indicaba notables alteraciones en el peso del combustible y el plan de vuelo. Al tiempo, el mismo departamento gubernamental ha respondido al Defensor del Pueblo auto-exculpándose de toda responsabilidad en el siniestro. Trillo y su equipo, pese a reconocer que aquellos vuelos entrañaban riesgos ciertos, siguen echando balones fuera e intentan cerrar un caso caracterizado por las contradicciones, las lagunas informativas e incluso las falsedades.

La memoria de los sesenta y dos militares muertos golpea aún sobre nuestras conciencias. Si éste fuese un país regido por una democracia avanzada, en los ámbitos parlamentario y judicial se hubieran tomado medidas mucho más estrictas para depurar responsabilidades. Y seguramente el ministro de Defensa no habría salido de rositas. Pero en España el actual Ejecutivo disfruta de un alto nivel de impunidad. Por eso la tragedia del Yak-42 sigue rodeada de misterios e incógnitas. Y no pasa nada.