La modelo rusa Viki Odintcova se colgó de un rascacielos de Dubái con el único asidero de la mano de su ayudante para realizar una impresionante sesión de fotos. Las fotografías son de infarto. El resultado, cientos de miles de clics en Instagram… Y una confirmación más de que la necedad humana es tan infinita como la vanidad.

La cretina hazaña de Odintcova no es ni siquiera original. Son unos cuantos los instagramers que han inmortalizado en la red social sus juegos suicidas. Y más de uno ha ganado la confirmación de su mortalidad.

El joven Narciso se mira en las aguas y es tanta la fascinación que siente por su reflejo que muere ahogado tratando de abrazar a su enamorado. El mito clásico dio nombre al narcisismo, la admiración exagerada a uno mismo. De todas las representaciones de Narciso, el óleo de Caravaggio capta a la perfección el significado del mito.

Mientras el hombre que se admira es joven y atractivo, su reflejo se muestra envejecido, más oscuro y ajado. Las aguas aparecen como la frontera entre la realidad y la ilusión. La vida y la muerte.

El producto del embelesamiento nunca es tan bello como la realidad, porque está enturbiado por la vanidad. Siglos más tarde, las redes sociales son un lugar de encuentro, un punto de información y de colaboración. Y, también, el arroyo donde podemos sentirnos más bellos, más queridos, más admirados. En el fondo, nada nuevo. La tecnología al servicio del mito.

*Escritora