Las tardes de abril, en plena orgía de terror y bombas. Las calles de abril, éxodo semanasantero con precauciones difusas. Madrid en alerta roja. La boda, el papa, los aves y sus simas. Las calles de abril de un ciclo despiadado, rebelión en Irak, a donde acaban de partir los últimos soldados, el relevo, la guerra desatada. Nueva legislatura, nueva boda, nueva Eurocopa. Primavera negra, azuleando en las lunetas de los autos. Cada vez pasan más aviones, más barruntos en la atardecida. Primavera soñolienta en los pueblos sin turismo rural, que son tantos, pueblos sin regresos ni operaciones salida. Suben las hojas a los árboles y se vuelven verdes mientras se enfosca el nuevo Vietnam, tan incomprensible como el otro. Grandes conmociones petrolíferas que acaban por parir una generación nueva, un hippismo, adanismo y beatitud alucinógena, la sicodelia, que sólo ha vuelto en los motivos de los papeles pintados de los 70, esos bucles y esas geometrías de pesadilla.

Grandes convulsiones incomprensibles, difíciles de explicar, como si los estadistas estuvieran movidos por oscuras fuerzas raras, resortes, automatismos. Difíciles de explicar a los jóvenes, claro, porque los adultos ya van sospechando que la vida es un Irak, y que por mucho que se vote y se bote, recaemos en la barbarie, quizá más sofisticada, más laserizada. Buzamientos históricos periódicos difíciles de destripar, imposibles de contar a los menores. Los adultos van sospechando que han vivido en un leve oásis, en un kit kat magnífico, que aún les parecía poco, les sabía a poco. Los pisos han sido mancillados por esas bombas, igual que las mezquitas y la farmacia aquella del Sudán y la casa-zulo de Arafat, pero ésas están más lejos, son como cine muy resestrenado, el muro, los hombres bomba en Jerusalén. Ahora los pisos de aquí ya no valen nada, han perdido esa paz que no ha llegado al siglo, esa paz imposible que parecía poco, que sabía a poco. Tardes de abril para reconstruir el sueño del mundo, aunque sea en detalles, en una sonrisa, en perder más el tiempo amenazado, tiempo ya oscuro de humo, escombros y trozos de adn para puzzles. Remontar esta pesadumbre de procesión interior, viacrucis sangriento consagrado en la película de moda. Que este ofuscamiento no sirva de excusa para dejar de estudiar, para abandonar los modales en la mesa, para cometer más crímenes.

*Escritor y periodista