El reportaje gráfico publicado por la revista Vogue, que acompaña una entrevista colectiva a las ocho mujeres que integran el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, ha originado un escándalo de verano en los medios de comunicación de todo el Estado español. Las fotografías de las ocho ministras socialistas posando como modelos en la Moncloa resultan, a todas luces, más que inoportunas. Y, a la tormenta desatada por el reportaje de Vogue se suma, ahora, el que aparece en la revista Marie Claire, que, a diferencia del primero, presenta a cada ministra, por separado, sin foto de grupo. Y menos mal que el resultado de tan necia idea --presentar a las mujeres que, de entrada, encarnan un avance inusitado de la mujer española en el ámbito de la política y, por tanto, del poder, luciendo trajes diseñados por algunos de los mejores creadores de la moda española-- ha aparecido en verano.

Es de suponer que, respondiendo al carácter estival de la tormenta, la polémica dure únicamente lo que queda de verano y, dentro de 15 días, cuando la vida ciudadana y laboral vuelva a la normalidad, también la clase política recobre la sensatez necesaria para desempeñar con un mínimo de efectividad las tareas por las que se les paga. Porque, si bien la primera reacción ante ha sido la de lamentar que ocho mujeres de la talla y valía profesionales de las ministras se hayan dejado manipular hasta el punto de permitirse salir en una revista que representa la esencia de los frívolos valores de la mujeres de derechas, ahora, tras las manifestaciones de personajes del partido de la oposición y medios de comunicación afines, forzoso es poner las cosas en su sitio: el reportaje es absolutamente inoportuno, pero los comentarios que se le dedican son ofensivos y delirantes.

EL HECHO DE QUE Ana Torme haya anunciado que el PP estudiará solicitar la comparecencia de las ochos ministras en el Parlamento para que expliquen los motivos de la "frivolidad cometida" denota una falta total de respeto por la institución parlamentaria y por la ciudadanía que ha votado a sus representantes para que gestionen los asuntos que rigen sus vidas, no para que hablen ni discutan cómo, cuándo y dónde pueden o no pueden las ministras vestirse y fotografiarse. Que representantes del PP o afines --como Cristina Alberdi-- se permitan recurrir a retóricas de carácter social-populista, diciendo que las ministras lucen modelos caros que nunca podrían adquirir las mujeres españolas de clase social baja, es cinismo teniendo en cuenta el descarado exhibicionismo de pomposidad crematística que su partido llevó a cabo a raíz de la boda de la hija del entonces presidente José María Aznar (con el agravante de que parte del espectáculo lo pagaba el contribuyente).

Hay modas y modos. El PP, como quedó patente durante los ocho años que estuvo en el poder, no puede dar lecciones ni de modas ni de modos. En cuanto a moda, hay que reconocer que las ministras socialistas, al menos, han quedado elegantes, guapas y dan una imagen de simpatía y cordialidad que se agradece. Sin embargo, como socialistas que son, no deberían descuidar, en ningún momento, los modos. Y los modos que han llevado a su partido al Gobierno, son los que respiraban seriedad y sensibilidad social.

De tan desdichado asunto, lo que importa al ilusionado votante de izquierdas sería saber por qué ocho mujeres inteligentes, con unos historiales profesionales de primera y una actitud personal intachable, han posado para una revista de las características de Vogue.

Cabe pensar que detrás de la aceptación del ya célebre reportaje debe de haber el diseño de proyección de algún responsable de imagen del partido socialista que no se acuerda de la nefasta ola de frivolidad que durante los años 80 tanto carcomió a aquella izquierda de diseño que acabó desnaturalizando a la izquierda y afeando al diseño. Cabe pensar que el supuesto talento encargado del departamento de imagen de los socialistas quisiera presentar a las ministras en una actitud relajada, lúdica, ajena a la imagen de inflexibilidad y rigidez que de las mujeres con cargos importantes aún tiene la mayor parte de la población española. Cabe pensar que a las ministras les pudo el efecto sorpresa de la propuesta, el creer que sus declaraciones --por cierto, muy acertadas-- en revistas femeninas de gran tiraje y venta llegarían más directamente a la mujer española. Cabe suponer muchísimas razones, pero lo cierto es que se han equivocado.

Vivimos en una sociedad farisea, y a la mujer no le vale con ser inteligente, competente, solidaria, etcétera: tiene que parecer inteligente y competente. Por primera vez hay es España un Gobierno del que forman parte siete ministras y una vicepresidenta. Es un hecho no sólo justo sino ilusionante. No porque sean mujeres, sino porque son mujeres valiosas y de izquierdas, con sensibilidad social sobradamente demostrada por todas ellas. El asunto Vogue no debería tener mayor importancia que la que tiene: ninguna. Pero significa dar pie a la respuesta de una parte de la clase política y de la población que están deseando que el Gobierno socialista --y sobre todo las ministras-- se estrellen. Atención, pues, a los modos, no a la moda.

*Escritora.