El pasado fin de semana se celebró el Congreso del Partido Socialista Europeo (PSE). Hoy, 1 de mayo, se hará efectiva la ampliación de la UE a 10 nuevos estados. Y el lunes pasado, el Consejo de Ministros decidió convocar de nuevo la Conferencia Intergubernamental para intentar llegar a un acuerdo sobre la Constitución europea antes de que acabe la presidencia irlandesa.

Los acontecimientos se aceleran y la llegada de nuevos actores produce resultados inesperados. Acabado el mandato de Robin Cook, que dimitió de ministro por oponerse a la política de Tony Blair en Irak, como presidente de los socialistas europeos, se esperaba que le sustituyese Giuliano Amato. Pero de forma inesperada, y por una muy escasa diferencia, resultó elegido Poul N. Rasmussen, exprimer ministro danés. Y los partidos socialistas del Este han sido decisivos para que se produjera ese resultado. Su opción por un nórdico, preocupado por las consecuencias sociales de la globalización, pero muy próximo a la concepción intergubernamental de Europa, reconocido europeísta pero más cercano a las tesis socioeconómicas del blairismo y de la democracia cristiana, dice mucho de la actitud política de los nuevos estados miembros. Y también nos recuerda que el eje derecha-izquierda no siempre coincide con el de más-menos integración europea.

PUEDE QUEeste resultado marque el principio de una nueva etapa en la construcción de un partido socialista europeo. Es la primera vez que se ha recurrido a una votación para escoger entre dos candidaturas. Hasta ahora la presidencia surgía de un arreglo entre los líderes de los partidos nacionales. Amato tenía el apoyo de la mayoría de los grandes países (Reino Unido, Alemania, España e Italia), pero no fue suficiente. Le queda mucho al PSE para ser un partido de militantes y no un club de líderes que intentan coordinar sus partidos nacionales. Para ello Rasmussen defiende una reforma de los estatutos que haga posible afiliarse directamente al PSE sin pasar por los partidos nacionales. Algunos delegados alemanes que se opusieron a la consigna de voto en favor de Amato dada por Gherard Schröder, como Jo Leinen, presidente de la Unión de los Federalistas Europeos, proponen también que las decisiones se tomen por mayoría y no por unanimidad, como ocurre en muchos casos en las instituciones europeas.

Mientras la socialdemocracia debate de sus estructuras internas y trata de responder al creciente riesgo de dumping fiscal y social, el viento electoral parece girar a su favor. En España primero y en Francia y Austria, después, los electores han dado una clara mayoría a los socialistas. Y la siguiente cita son las europeas de junio, que en España serán un test sobre la política exterior del nuevo Gobierno.

La socialdemocracia europea vivió su edad de oro durante los años 70 y 80. Fue la época de Willy Brandt, Olof Palme y Bruno Kreisky, consiguiendo las mayores cotas de reducción de las desigualdades y el mejor equilibrio entre inversión, salarios y empleo. Pero después no supo sacar partido de la caída del muro de Berlín y sus resultados electorales han sufrido importantes fluctuaciones. Cuando los socialistas dejamos el Gobierno en España en 1996, en Europa empezó la ola rosa, que llevó a los socialdemócratas y laboristas a 12 gobiernos en 15 países de la UE en 1998. Luego vino una larga serie de derrotas: desde la de los austriacos en 1999 a la de los griegos este año, pasando por Dinamarca, España, Holanda, Italia, Francia y Portugal. Sin olvidar la difícil situación del SPD alemán, que no consigue convencer de la necesidad y eficacia de sus reformas sociales.

POR ESO LASpróximas elecciones europeas tendrán un especial significado. Será la primera vez que las celebramos sin el acompañamiento de otra elección, nacional o local. En solitario, el riesgo de la abstención en las europeas es mucho mayor, pero las actuales circunstancias de la política internacional, y en especial la retirada de nuestras tropas de Irak, pueden provocar el debate sobre las distintas ideas que en España tenemos sobre Europa.

Ese debate es tan necesario cuanto que la construcción europea tiene raíces demócratacristianas y socialdemócratas que se ha ido entrelazando a lo largo de medio siglo y que hoy, frente a la globalización, divergen más que nunca. Por ello, el regreso de los socialistas al Gobierno de España, y la vuelta a Europa de los países del Este, puede ser la oportunidad de hacer frente a las consecuencias sociales de la globalización de las economías.

*Dirigente del PSOE.