Los líderes de Unidos Podemos, Pablo Iglesias y Alberto Garzón, han puesto en marcha una campaña para provocar en la ciudadanía el deseo de celebrar un referéndum sobre monarquía o república. Dos puntualizaciones sobre esta iniciativa: están en su derecho de hacerlo y no creo en el argumento en su contra de que no estamos maduros para ese debate.

Uno de los razonamientos que utilizan es que no ha habido en España una consulta sobre este tema. Saben que no dicen la verdad. La constitución vigente, esa de la que estamos conmemorando el 40 aniversario, fue sometida a referéndum el 6 de diciembre de 1978 y en su artículo 1.3 se recoge textualmente: «La forma política del Estado español es la monarquía parlamentaria». Si lo que quieren decir es que no ha sido sometido a referéndum de forma exclusiva, puntual, aciertan, pero tampoco hemos hecho consultas concretas sobre si debería haber comunidades autónomas (y eso sí que ha sido un cambio trascendental introducido por la Constitución) o sobre nuestro ingreso en la Unión Europea (¡vaya cambio para España!), o sobre tantos otros temas.

Vayamos primero con lo formal, el procedimiento, el referéndum. En principio es una fórmula muy atractiva, someter al cuerpo electoral a una pregunta trascendental. Hay países, como Suiza o Italia, que los utilizan mucho. Sin embargo algunas recientes experiencias nos deberían hacer recapacitar sobre sus beneficios o trastornos. Me estoy refiriendo a Colombia (sobre el tratado de paz con las FARC) o en Gran Bretaña sobre el brexit. En Canadá han sometido a consulta dos veces, en el Estado de Quebec, la ruptura de la federación. La ciudadanía se posiciona y, al haber dos opciones, se polariza. Amigos, familias, toman partido, discuten. Hay determinadas zonas geográficas que son mayoritariamente favorables a una postura y otras a la contraria. Si estudiamos los bloques ciudad-campo, suele ocurrir lo mismo (claro ejemplo: Gran Bretaña) y por edades los jóvenes suelen optar por lo contrario que sus mayores. Un referéndum es una fotografía, el momento, y las encuestas posteriores suelen ofrecer posturas distintas (nuevamente, ejemplo: Gran Bretaña) a las ofrecidas en el día de la votación. Que un 51% de la población pueda decidir un cambio tan radical no creo que sea, a la luz de lo visto, lo más sensato. En Quebec estuvieron, los independentistas, cerca de llegar a ese 51%; hoy, veinte años después el porcentaje de quienes apoyan esa opción política está por debajo del 30%. ¿Hubiera sido razonable romper Canadá? Si hubiesen llegado a ese «cincuenta más uno», lo hubieran planteado.

Vamos con el fondo del asunto: monarquía o república. Históricamente casi todos los Estados eran monarquías y su sustitución por repúblicas se ha ido produciendo de forma violenta, cortándole el cuello al rey, como en Francia. En otras ocasiones, por seguir en el mismo país, por graves revueltas, como la marcha de Luis Felipe de Orleans derrocado. Alguna vez, como la salida de Amadeo de Saboya de España y el nacimiento de la Primera República, de forma absolutamente pacífica. Creo que en futuro se irán sustituyendo monarquías por repúblicas de forma natural, por el discurrir de los tiempos, no como en el pasado. No tengo nada claro que eso vaya a suceder pronto.

Si se tratara de un experimento, dentro de una probeta con control de las condiciones de humedad y temperatura, el resultado sería indiscutible, república. Cualquier ciudadano pensaría que la más alta magistratura del Estado tendría que estar ocupada por uno de nosotros, elegido. Creo que no cabe duda alguna. Pero…, siempre hay un pero. No es un experimento, es una decisión que supondría cambios radicales en nuestra vida política, y ahí ya entran en juego otros elementos.

La monarquía no es democrática, eso nos dicen. Si nos fijamos en Gran Bretaña, o en Suecia, o en Noruega, o en…, creo que esa afirmación es incorrecta. La jefatura del Estado no condiciona el funcionamiento democrático ya que hay monarquías absolutistas pero también repúblicas dictatoriales. Lo importante es que haya una constitución democrática, aceptada y votada por los ciudadanos, y que las reglas del juego político sean claras y que la transparencia sea alta. Y según los indicadores internacionales España está por encima de repúblicas muy reputadas si nos atenemos a esas reglas democráticas. No es, por tanto, monarquía o república, es democracia o no.

Yo, hace un tiempo, me declaraba republicano pero juancarlista. Hoy ya no sé si diría lo mismo. Creo que la actual monarquía ha traído estabilidad y no estoy seguro de que una república con Felipe González al frente y con José María Aznar en la presidencia del Gobierno tuviese el mismo efecto. No me atrevo a afirmar que en un referéndum ganaría la república y, por tanto, los promotores de esa iniciativa deberían plantearse si los daños colaterales merecerían ser asumidos. Que lean, por favor, lo que se ha escrito sobre los dos referéndum de Quebec.

*Militar. Profesor universitario. Escritor