Sergio Vila-Sanjuán , que obtuvo en 2020 el Premio Nacional de Periodismo Cultural, es una referencia en la profesión. Dirige el suplemento Cultura/s de La Vanguardia, ha reflexionado sobre su oficio y ha escrito obras admirables como Pasando página . Ha estudiado el hecho cultural: los productos, las tramas intelectuales, las reglas del best-seller o las ferias culturales, la obra de autores concretos. Ha ofrecido atención y espacio que dirige a autores de edades y estéticas muy distintas. Ha reivindicado en Otra Cataluña la cultura en castellano en la comunidad vecina. Ha escrito novelas como Una heredera de Barcelona y El informe Casabona . Dentro de unas semanas se publicará la primera parte de su biografía de Baltasar Porcel. Ha publicado hace poco Por qué soy monárquico (Ariel), que tiene algo de crónica familiar, breve análisis de la historia contemporánea de España, conjunto de anécdotas y retratos, y ensayo sobre el presente.

Habla de su abuelo, el periodista Pablo Vila San-Juan , y su relación con Alfonso XIII . Es la historia del fracaso del monarca a través de los ojos de su abuelo. Incluye anécdotas divertidas y valiosas, y un cameo de Sacha Guitry . Es melancólica la historia de don Juan, contada a través del padre del autor, el escritor y periodista José Luis Vila-San-Juan («en mi familia todo el mundo coloca los guiones de nuestro apellido compuesto de forma diferente»). El propio Vila-Sanjuán es quien ve a los dos reyes posteriores: Juan Carlos I y Felipe VI . Del primero señala la contribución a la democracia y sus errores. Del segundo ofrece un retrato más personal y analiza varios discursos, como el del 3 de octubre: «para los catalanes no independentistas la actitud de Felipe VI ha constituido un constante referente moral y anímico». También explica que esa intervención contundente fue acompañada por otras destinadas «a conectar con las corrientes sensatas de la sociedad catalana que quizá no vieron con simpatía el anterior».

Es un libro cortés, moderado y valiente, con información y argumentos sosegados: hemos leído algunos de ellos -la legitimidad constitucional, la capacidad de modernización de la institución o el hecho de que algunas de las democracias menos imperfectas sean monarquías parlamentarias-, pero esta exposición es particularmente clara y útil. Incluye otro argumento que a veces da reparo presentar: una cuestión de tradición y vínculo histórico: por sí solo no es bastante, pero no debería desdeñarse precipitadamente. El libro es interesante para quien defienda la monarquía pero también para los republicanos. «El monarquismo bien entendido», explica Vila-Sanjuán, «es sobre todo un liberalismo»: una forma de aceptar y organizar la discrepancia. H