La ya larga lista de percances laborales marcó ayer un nuevo récord cuando dos trabajadores murieron asfixiados en la depuradora de Calatayud y otro más en una obra de Alcañiz. El primer suceso causó todavía mayor impacto dado que hace apenas unos meses otros dos operarios fallecieron de forma muy similar en Zaragoza.

En el caso de la depuradora se han producido una serie de circunstancias tan trágicas como inexplicables, ya que los dos trabajadores muertos no eran novatos y debían saber del riesgo que corrían al meterse en la instalación sin equipos de oxígeno. Pero haya habido errores humanos o cualesquiera otras circunstancias todavía sin aclarar, lo cierto es que este brutal repunte de la siniestralidad laboral ha hecho saltar las alarmas y ha vuelto a poner sobre la mesa un problema que la sociedad aragonesa y la de toda España arrastran desde hace demasiado tiempo.

Son ya excesivos los muertos en los tajos, excesivos los accidentes. Y aunque las causas puedan ser diversas, existe un comun denominador: fallan los mecanismos de prevención y los sistemas de protección, fallan los medios materiales y falla el entrenamiento de los trabajadores en hábitos y protocolos de seguridad. El resultado, a la vista está.