Es una cuestión de pura educación. La noticia ha saltado a los medios nacionales, pero no es nada que no hayamos sufrido todos en algún momento: la actriz Lola Herrera abandonó el escenario del Teatro de las Esquinas de Zaragoza porque en la sala no dejaba de sonar un móvil. Pero eso, que es una anécdota, por lo repetido, no es nada. La gente usa los móviles en el cine, con las pantallas brillantes distorsionando la oscuridad de la sala. El otro día, en la fila de delante, un señor estaba apostando online mientras veía la película. Él, contra lo que sostiene el mito, podía hacer dos cosas a la vez, pero yo no podía hacer una sola: ver la película, porque me estaba poniendo de los nervios. Pero igual pasa en el bus, que vas tragándote la música horrenda de algún usuario que decide ver algún vídeo deleznable sin auriculares; o esos que están escribiéndose con alguien y cada vez que les entra un mensaje suena una campanita. ¡Pling! Oigan: basta ya. Lo mismo que hemos conseguido que la gente se ponga el cinturón de seguridad, o que deje libres los asientos azules en los buses para que los usen quienes más los necesiten, les invito (encarecidamente) a iniciar una campaña contra la contaminación acústica en los espacios públicos. Y no solo es el sonido, es la luz en espectáculos a oscuras.

Es una cuestión de educación, pero como parece que la hemos perdido, a ver si nos las recuerdan desde las instituciones. El gobierno municipal anterior hizo una cosa que a mí me gustó: campañas de concienciación del buen uso de los buses, para lo que contrató a personas en riesgo de exclusión social. Pues nada, ahí tienen una buena idea: recuérdennos a todos lo que son los modales. H *Periodista