No es una buena noticia la de que en España se ha triplicado en poco tiempo el número de niños obesos, mientras que en Aragón tal problema aún se está manifestando con más crudeza con porcentajes que superan la media nacional. Se está incubando un problema sanitario de gran importancia sin que al parecer las familias (principales responsables de esta anómala evolución) sean conscientes de que el sobrepeso genera patologías graves.

Sabemos que los niños están engordando porque llevan una visa sedentaria, amarrados a la televisión y a los videojuegos, y porque abusan de la comida basura y en especial de dulces y productos industriales en los que abundan las grasas de origen animal. El sistema educativo también ha de reaccionar (un estudio reciente indicaba que en demasiados comedores escolares tampoco se estaba proporcionando una dieta adecuada a los alumnos), pero han de ser los padres quienes asuman el papel protagonista para que sus hijos lleven una vida más activa y una alimentación más sana. En nuestro caso, abandonar la dieta mediterránea es no solamente una pérdida cultural y gastronómica sino también un riesgo, físico y psicológico, más que cierto.