Ha muerto Jean-Claude Carrière, el guionista europeo por antonomasia. Es especialmente conocido por sus colaboraciones con Luis Buñuel: escribieron 'Diario de una camarera', 'Belle de jour', 'La Vía Láctea', 'El discreto encanto de la burguesía', 'El fantasma de la libertad', 'Ese oscuro objeto del deseo'. A partir de conversaciones con el cineasta, Carrière redactó 'Mi último suspiro', uno de los libros más divertidos que conozco. Letrista, novelista, dramaturgo, traductor, actor, dibujante, colaboró con Milos Forman, Jean-Luc Godard, Louis Malle, Carlos Saura, Volker Schlöndorff, Jacques Deray, Andrzej Wajda, Philippe y Louis Garrel, Michael Haneke, Fernando Trueba; adaptó el 'Mahabharata' (para Peter Brook), 'Cyrano de Bergerac', 'La insoportable levedad del ser'.

Agustín Sánchez Vidal ha recordado que siempre estaba dispuesto a colaborar en los homenajes a Buñuel (de unas jornadas surrealistas en Teruel al documental 'El último guion' de Gaizka Urresti y Javier Espada). Formado en clásicas y conocedor de movimientos irracionalistas como el surrealismo, era un contador de historias: un conversador experto, aficionado a probar nuevos lenguajes, fascinado por las ambigüedades de las palabras, estudioso de las religiones y las herejías, atraído por la parábola, los chistes y los enigmas, defensor de la curiosidad y el encuentro con el otro.

Para matar el recuerdo cuenta su relación con nuestro país: sus viajes, su amistad con Buñuel y Bergamín, expresiones que le gustaban, la escritura de 'Los fantasmas de Goya' y de una película sobre la controversia de Valladolid, la reivindicación de la conversación y la risa. Tiene anécdotas geniales de Buñuel (por ejemplo, cuando unos periodistas le preguntan si cree que va a ganar el Oscar y responde que claro: ha adelantado 25.000 dólares y los estadounidenses son gente de fiar; o la teoría de "que el sueño de todo español, en todo caso de un hidalgo respetable, era poseer un harén con ninfas, y esa intensa inhibición era causa de tanta tristeza muda. He aquí por qué, decía él, los españoles se convirtieron en los campeones mundiales de la masturbación"), de la burguesía zaragozana, el relato de un accidente de tráfico en Teruel.

Como buen guionista, combinaba la seducción y la discreción; mostraba que la admiración es una de las formas de la inteligencia. Enseñó; pensó sobre su oficio y el misterio del vínculo entre la técnica y la emoción. Citaba a Colette: "Hay que servirse de las palabras de todo el mundo y escribir como nadie". Recordaba: "Somos más efímeros pero también más perennes de lo que pensamos".