Las víctimas del terrorismo, muertas, heridas y vivas, se han alzado en armas en el didáctico y emotivo discurso de su portavoz, Pilar Manjón, contra la ignominia de la política-basura, de la política ciega de amor por el partido y desmemoriada con el pueblo al que debería representar por encima de su ombligo, por encima de la desvergüenza a la que suele conducir la sobredosis de poder. Tampoco quedaron indemnes en esa comparecencia de la conciencia humana los medios de comunicación, muchos de ellos siervos de las siglas y de su propia tendencia a recoger la sangre de los inocentes y exponerla en sus soportes como espectáculo al mejor postor. El 11-M hubo una tendencia general a la apuesta sobre una repugnante quiniela de signo único para saber qué mano, ETA o Al Qaeda, había colocado los explosivos en Madrid. Una carrera que derivó en un masivo interés de vuelo migratorio y carroñero de la sociedad hacia las consecuencias de la barbarie sobre el resultado de unas elecciones generales al gobierno. Impactó el dolor sincero y se elevó la indignación universal, pero muy pocos, salvo familiares y amigos, preguntaron por el nombre de quienes habían sido diana de las bombas, cuerpos mutilados por la democracia asesina de la metralla.

El PP y el PSOE, y sus respectivos aliados, manejaron el atentado para protegerse o atacar ante la inmediatez de las votaciones. Nueve meses después, una mujer se ha sentado frente a ellos para recriminarles aquel pulso amoral, pero, sobre todo, que hayan convertido la comisión investigadora de los hechos en un prostíbulo de mercaderes y mercenarios al servicio de la desinformación, de verduleras que aplauden a sus esquivos y recurrentes líderes en lugar de recordar que hay 192 ataúdes que pueden descansar en paz en la tierra sagrada de la justicia, cerca de 200 cadáveres que quizás pudieron evitarse. Los políticos de partido, recostados en pupitres con cara de chicos arrepentidos por una pirula, han admitido sus errores y su vanidad ante esta heroína de luto y esperanza que ha logrado, al menos, una nueva comisión independiente. El terrorismo, en ocasiones, despliega sus tentáculos hasta las entrañas del ser humano, convirtiéndole en su embajador. Manjón ha llegado con el bisturí de la razón para extraer de la política a ese monstruoso pasajero que la hipnotiza para que luzca su ignorancia legitimada.

*Periodista