Los datos son contundentes: tan solo un mínimo porcentaje de la población reclusa en España corresponde a la mujer, estando la mayor parte de los delitos relacionados con el narcotráfico. Es habitual entre las internas un bajo nivel socioeconómico, casi siempre unido a un rancio rol secularmente asignado a la mujer; además, una gran parte de ellas ha padecido episodios de violencia de género. Así pues, pobreza, resentimiento y amargura comparecen en la base de la delincuencia femenina, que tiende a limitarse en esencia a la complicidad con varones y a pequeños hurtos. Como desoladora secuela del encarcelamiento es muy de lamentar la separación de los hijos pequeños, tempranamente privados del cariño materno, y que así sufren también un castigo que en modo alguno merecen.

¿Tiene el sistema penitenciario capacidad real para la reinserción de las mujeres penadas? El primer y necesario paso sería la voluntad de cambiar ese destino adverso, que por sí mismo ya supone una dura condena; además, la reeducación exige un marco adecuado en el que restaurar la autoestima de las reclusas y proporcionarles nuevos objetivos vitales y recursos. En el Centro Penitenciario de Brieva, en Ávila, se están dando algunos pasos en la dirección adecuada. Esta prisión, cuyo único inquilino masculino es Iñaki Urdangarín, por cierto en la misma celda que albergó a Luis Roldán, descolla hoy por su labor de reinserción y proyectos de participación que apuntan a proporcionar excelentes frutos en un cercano mañana. De hecho, muchas de las internas dicen disponer ya de suficiente fe y confianza para afrontar aquello que encontrarán muy pronto al otro lado de la puerta de Brieva. Después, solo quedará que el resto de la sociedad no traicione el crédito conseguido por estas mujeres. H *Escritora